Nicholas Hughes Plath
Casi es para alegrarse de que Hughes (el malo malísimo, el chivo expiatorio de los amantes de los mitos) no estuviera vivo para pasar otra vez por algo así. Personalmente, prefiero la poesía de Sylvia a la suya pero mis simpatías están del lado del pobre Ted, y no por solidaridad entre miembros del género opresor y malvado. La crítica feminista de la época convirtió a Hughes en un monstruo y a Plath en una víctima desolada. Creo que no eran ni lo uno ni lo otro. Sólo dos seres humanos haciéndose daño a manotazos, sin querer.
La muerte de Nicholas (que aparece con su nombre en muchos poemas de Sylvia) es una noticia triste. No conocíamos a esas personas pero formaban parte de algo muy nuestro: las conocíamos muy bien por su escritura. Es un colofón lamentable para que sigamos ahondando en nuestra melancolía, en nuestros propios fantasmas espantosos.
Pues yo, que abomino del feminismo de salón y patada al diccionario -pero no del feminismo serio- creo que Ted era un pedazo de cabrón -así, con una gran tilde- y que Silvia fue su víctima -o, tal vez un experimento, un conejillo de indias- hasta incluso después de su muerte. No se si el hijo se ha rendido. De ser así, su muerte difiere mucho de la de la madre que luchó hasta el final, hasta ser vencida. Y es que, frente a las cabronadas continuas no es fácil resistir por siempre.
Un saludo.