Muchos amigos
En Párvulos, Juan y yo nos tajamos un dedo (cada uno el suyo) creyendo que podríamos escribir con él como con un lápiz. Una uña descarnada une mucho. Más adelante nos adentramos juntos en el mundo de la delincuencia, vendiendo billetes de lotería caducados (evidentemente, no vendimos ni uno). Luego nos dio por la parapsicología e hicimos sicofonías y perseguimos ovnis. Una vez casi nos detiene la policía por intentar grabar las voces de los muertos en el cementerio de Hules.
Con los años, cada uno se fue haciendo su vida: él se convirtió en abogado y yo en escritor. Juan y yo somos tan distintos como un huevo y una castaña (la castaña le toca a él, que se apellida Castañón) pero llevamos 41 años siendo amigos. Esta semana ha estado en mi isla con mi cuñada Elsa y sus dos gemelos, Jorge y David (este último mi ahijado). A los niños les he pintado un mapa del tesoro con calaveras y dragones y he hecho de monstruo. Tengo unas garras peludas y unos pies de ogro y una careta naranja que son lo nunca visto. Ya sé que Baudelaire no hacía estas cosas. Por mi parte, me los comería a ambos.
Y mi otra hermana no de sangre, Rakel, ha estado también. Esta casa era un caos: ocho personas felices. Y Rakel cuidaba de las ocho. Rakel: la persona con quien más he llorado y reído, con quien tanto tengo.
Hace un par de días llevé a Rakel a Sevilla y hoy se han ido Juan y Elsa y David y Jorge. Si no tuviéramos a Evina seríamos unos huérfanos absolutos. Esta noche abriremos nuestra mejor botella de vino para brindar por los amigos idos y presentes. Y pienso añadir a los amigos a los que leo estos días: Ian Gibson y Joseph Conrad, que son una compañía distinta pero también cálida. Soy un suertudo: estoy rodeado.
AHOJ,
MEJOR NOS QUEDAMOS CON LOS LLANTOS DE RISAS DISFRUTADOS Y QUE SE REPITAN MUY PRONTO.
GRACIAS.
BESINOS