Letras al peso
Hace tiempo, alguien cuyo nombre no diré pretendió descalificarme argumentando que, puesto que mi obra se leía entera en una tarde, no tenía derecho a considerarme poeta o escritor. Es el problema de medir la literatura al peso, como si fuera chatarra. Ese sujeto contraponía el ejemplo de un poeta de mi edad que había publicado algo así como veinte o treinta libros en el mismo periodo. Como no valía la pena discutir, me ahorré sugerirle que el tal poeta no hacía sino escribir variantes del mismo poema una y otra vez y que cada libro suyo era intercambiable por el anterior y por el siguiente. No le hubiera convencido de todas formas. Para él, cuanto más bulto, más poesía. Supongo que el hombre también habría dicho que Juan Rulfo era una mierda, puesto que sólo publicó dos libros. O Gil de Biedma, que escribió muy poco. (No me estoy comparando).
En fin, por lo menos traductor sí debo de ser, con casi cincuenta libros en cinco años...
Yo no sé quién pudo decir semejante burrada, que equivale a a afirmar que San Juan de la Cruz no era poeta, y que en cambio esos que fabrican sonetos (o así) por cientos o por miles, porque alguien les ha convencido (pobres) que en eso hay algún mérito, sí que lo son. En todo caso, quien piense de veras una barbaridad como ésa, se descalifica solo, no hace ninguna falta que lo descalifique nadie.
La realidad es exactamente la contraria: quien es capaz de escribir aunque sea un solo poema, es poeta. Lo que pasa es que escribir un poema (no una tirada de versos, no un desahogo más o menos "lírico", sentimental o lo que sea: un POEMA) es cosa extraordinariamente difícil, al alcance de muy poquísimos privilegiados. Gottfried Benn, que supongo que tampoco debía ser poeta ni saber nada del asunto, afirmaba que los mejores no consiguen sino cinco o seis poemas realmente logrados en toda su vida. Es frase que, me parece, algunos harían bien en meditar "hasta que les hiervan los sesos", como dijo Machado.