Hacer un libro
Hacer un libro (no digo escribirlo sino hacerlo) es muchísimo más difícil de lo que se cree. De lo que cree la gente y de lo que creen incluso muchos autores. Estos días corrijo pruebas de una traducción que entregué no hace mucho para Paréntesis, A este lado del paraíso, de Francis Scott Fitzgerald. En su momento corregí mi manuscrito, releyendo la novela a la caza de erratas. Ahora recibo las pruebas en papel y releo de nuevo la novela en busca de más erratas. A la vez recibo las pruebas en PDF, con las correcciones y sugerencias de Isabel, de la editorial. Habré de examinar sus correcciones en PDF y ella las mías en papel. En total, son tres correcciones de ida y vuelta. Y aún así, ¿no quedará alguna errata? Casi seguro.
Y no se trata sólo de erratas tipo "baso" o "consegir". Se trata también de decidir si ponemos Mr. Blaine o señor Blaine, si es Papá o papá, si elegimos Filadelfia y calle Nassau pero dejamos Pennsylvania y Wall Street. Cosas así, cientos de cosas así. Y en cierto capítulo en forma teatral, con diálogos y acotaciones pero también intermedios narrativos, ¿qué parte es acotación y por tanto va en cursiva, entre paréntesis y sin sangrado de inicio de párrafo, y cuál no? Podría seguir enumerando los mil detalles que hay que tener en cuenta a la hora de fijar un texto. Y no entro en todo lo relacionado con la tipografía, las páginas de cortesía, los márgenes y demás, que corresponden a editores y diseñadores. Sí, es bastante difícil hacer un libro. Me refiero a hacerlo bien, claro.
Por lo demás, al Caldwell y al otro Fitzgerald que ando traduciendo se unirá muy pronto una colección de ensayos de Denise Levertov para una tercera editorial. Tengo tanto trabajo que no me queda tiempo para pensar en mis problemas, que son muchos, variados y prolijos. Me disculparéis si tampoco escribo en este diario demasiado a menudo, aunque procuraré hacerlo. Tengo pendiente decir algo de mis lecturas recientes. Sí: de los libros descanso leyendo más libros. Va a ser que me gusta.
Seguid bien, mes amis.
Y no se trata sólo de erratas tipo "baso" o "consegir". Se trata también de decidir si ponemos Mr. Blaine o señor Blaine, si es Papá o papá, si elegimos Filadelfia y calle Nassau pero dejamos Pennsylvania y Wall Street. Cosas así, cientos de cosas así. Y en cierto capítulo en forma teatral, con diálogos y acotaciones pero también intermedios narrativos, ¿qué parte es acotación y por tanto va en cursiva, entre paréntesis y sin sangrado de inicio de párrafo, y cuál no? Podría seguir enumerando los mil detalles que hay que tener en cuenta a la hora de fijar un texto. Y no entro en todo lo relacionado con la tipografía, las páginas de cortesía, los márgenes y demás, que corresponden a editores y diseñadores. Sí, es bastante difícil hacer un libro. Me refiero a hacerlo bien, claro.
Por lo demás, al Caldwell y al otro Fitzgerald que ando traduciendo se unirá muy pronto una colección de ensayos de Denise Levertov para una tercera editorial. Tengo tanto trabajo que no me queda tiempo para pensar en mis problemas, que son muchos, variados y prolijos. Me disculparéis si tampoco escribo en este diario demasiado a menudo, aunque procuraré hacerlo. Tengo pendiente decir algo de mis lecturas recientes. Sí: de los libros descanso leyendo más libros. Va a ser que me gusta.
Seguid bien, mes amis.
Me alegra encontrar tus palabras, la mayoría de las personas, entre las que incluyo a escritores, claro está, no sabe lo que cuesta hacer un libro...no tienen ni idea.
Pero esto es culpa de las editoriales. Pocas se transparentan, hoy algo más, pero no es suficiente para unos tiempos como los nuestros.
Un saludo