Fuenteheridos, Chesterton y el Dioni
Sin embargo, no conocía Fuenteheridos. Ayer tuve ocasión de visitarlo, y en compañía de su vecino más ilustre, el poeta Manolo Moya. Claro que no puede decirse que viera mucho: cuando llegamos, además de ser de noche, se había ido la luz en todo el pueblo. Eva daba en el Ayuntamiento un recital que empezó a la luz de las velas, en plan gótico. Seguro que adivináis el chistecito que se decía: los poetas siempre están a dos velas.
Fuenteheridos, por alguna razón, ejerce una poderosa atracción sobre los ingleses: hay un montón de ellos censados. No sé, imagino que les gusta la tranquilidad, el pintoresquismo y tal. Uno de esos ingleses es un sobrino de Chesterton, cuyos derechos ostenta. Si mi editor Juan Capdevila decide un día publicar algo de Chesterton, tendrá que llamar a un teléfono de Fuenteheridos para pedir el permiso. Curioso.
Después del recital, salimos a cenar con Manolo, Francis Vaz y su mujer Ana, otros dos enamorados de Fuenteheridos. Por cierto, vimos en un bar al sobrino de Chesterton, creyendo apreciar cierto parecido. Tiene su cosa eso de ver a un Chesterton en persona. En La Antilla la única celebridad que tenemos es el Dioni, que ahora vive en Lepe y con quien compartí barra el otro día.
No, no le pedí un autógrafo.
Pues yo sí le habría pedido un autógrafo. Y me habría hecho una foto con él. Y le hubiese dado mi teléfono. El Dioni es un icono. Es Historia. Es el verdadero símbolo de la posmodernidad.