Ernesto Cardenal
Pero además Cardenal representa el rostro mejor de la Iglesia, el de aquellos que han llevado hasta sus últimas consecuencias el mensaje esencial del Evangelio, en contraposición a la Iglesia reaccionaria, opresiva y elitista. Muchos tenemos en la cabeza esa imagen de Cardenal recibiendo de rodillas a Juan Pablo II en su visita a Nicaragua, y este regañándole con el dedo en alto, visiblemente, para que lo vieran todos. Es la imagen de la vileza. La vileza de ese ser fatídico que después de reñir a Cardenal dijo misa (creo que en la misma gira sudamericana) para el asesino de masas Augusto Pinochet. Compárese la entereza de E.C. con la baja catadura del escritorzuelo polaco. Recuerdo muy bien aquella escena cuando la vi en la tele, la noble humildad de Cardenal. Hubiera ido a abrazarlo y a apartar al otro.
Cardenal, como todos los sandinistas de corazón, abandonó el sandinismo cuando se lo apropiaron los de siempre. Su etapa política pasó, como pasa cuando Saturno devora a sus hijos, y en su lugar quedaron los que ahora gobiernan Nicaragua. Salió con honor, por supuesto, nuevamente disidente, lo que fue toda su vida. Y ya sólo está el poeta. Ese premio que le han dado se ensancha con su figura, por más que los reaccionarios y los que entienden la poesía como una perpetua y aburrida oda a la primavera bramen sus conocidas consignas.
Esa imagen de Cardenal postrado y el regañador Wojtila creo que se nos ha quedado a todos grabada. Es todo un símbolo. Y Cardenal un estupendo poeta, sí señor.
Abrazo.