"El extraño viaje" de Ovidio Parades
Mi amigo Ovidio Parades (Oviedo, 1971), librero y escritor, acaba de publicar un libro estupendo, El extraño viaje (editorial Trabe), una colección de prosas a caballo entre lo autobiográfico, la columna de opinión, el bosquejo poético y el diario. Semblanzas de actrices y escritoras (la fascinación por las mujeres está muy presente en la obra), crónicas viajeras y microrrelatos también tienen cabida en un libro heterogéneo, conmovedor, elegante y lleno de melancolía y avidez por la vida. Se trata también, en cierto modo, de un retrato generacional, con los ídolos de nuestra infancia, las primeras lecturas, los grandes descubrimientos de la juventud... Y siempre el deseo de vivir intensamente, de saborear cada día -a despecho de la sensación de que el tiempo pasa-, y la afirmación de la propia libertad de elegir. Os dejo con un capítulo, una pequeña prosa poética, "La hora de la tregua".
Vuelvo a las calles de Nueva York, como podría volver a las callejuelas de Roma, a las brumas de Londres, a la libertad de Madrid, al glamour intelectual de París, a la decadencia de Lisboa, a las librerías y teatros de la calle Corrientes de Buenos Aires o a la luminosa tranquilidad de las calles de San Francisco. A todos esos lugares donde nos hemos fotografiado juntos. De repente, pienso, una noche calurosa e inesperada, conoces a alguien y todo cambia. La manera de entender el mundo y de entenderte a ti mismo. De la cosa más insignificante al hecho más extraordinario (la vida está llena de momentos insignificantes que conforman recuerdos extraordinarios): todo se transforma, muda de percepción, adquiere otro sentido. Un sentido. Todo, con sus inevitables miedos y dificultades, está al alcance de la mano. Nada parece imposibe, aunque lo sea. La cuerda floja ha quedado atrás. Sólo importa el presente, ese presente que está lleno de futuro, que lo reclama a voces. Y ahí, sí, vas creando un mundo, con sus días y sus noches, que avanza, que llenas de cosas, de viajes, de lecturas, de músicas, de películas, de botellas de vino, de charlas, de bailes, de juegos, de miradas, de risas y más risas. Un mundo compartido. La hora de la tregua.
Vuelvo a las calles de Nueva York, como podría volver a las callejuelas de Roma, a las brumas de Londres, a la libertad de Madrid, al glamour intelectual de París, a la decadencia de Lisboa, a las librerías y teatros de la calle Corrientes de Buenos Aires o a la luminosa tranquilidad de las calles de San Francisco. A todos esos lugares donde nos hemos fotografiado juntos. De repente, pienso, una noche calurosa e inesperada, conoces a alguien y todo cambia. La manera de entender el mundo y de entenderte a ti mismo. De la cosa más insignificante al hecho más extraordinario (la vida está llena de momentos insignificantes que conforman recuerdos extraordinarios): todo se transforma, muda de percepción, adquiere otro sentido. Un sentido. Todo, con sus inevitables miedos y dificultades, está al alcance de la mano. Nada parece imposibe, aunque lo sea. La cuerda floja ha quedado atrás. Sólo importa el presente, ese presente que está lleno de futuro, que lo reclama a voces. Y ahí, sí, vas creando un mundo, con sus días y sus noches, que avanza, que llenas de cosas, de viajes, de lecturas, de músicas, de películas, de botellas de vino, de charlas, de bailes, de juegos, de miradas, de risas y más risas. Un mundo compartido. La hora de la tregua.
Me encanta eso de que la vida está llena de momentos insignificantes que conforman recuerdos extraordinarios. Precioso. Gracias por presentarnos a gente nueva, José Luis.