Contra el ocio
Nana se va habituando a nosotros y nosotros a ella, no sin esfuerzo. Acostumbrados a una gata vieja que no se movía más que para mendigar cosquillas, esta Nana adolescente nos abruma con su actividad constante. Hace todo lo que no debe hacer. El sofá ya casi se lo ha cargado, los ordenadores tiemblan desde que ha descubierto que un teclado puede ser un mullido cojín, los libros sufren su inquisitivo interés por la literatura (ella sí que sabe, mejor que ningún crítico, destripar una buena novela). Y, por decirlo así, cuando juega no mide sus fuerzas: mis manos son un atlas de cicatrices. Pero a veces me lame y eso, viniendo de un gato, es un honor.
Y poco más. De cualquier vida interior dará testimonio el poema, si sale.
Por favor Jose que el poema hable de la gata. Si retomas algunas frases de este post ya casi lo tienes.
El mío, el que yo le hice era bonito pero se lo comió un ratón.
Besos con bigotes.