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Carta a Alberto

Querido Alberto. Contra toda evidencia, yo sigo pensando que no eres un facha: sólo un joven desorientado. Sé que esto es negar la realidad, pero la realidad siempre es más compleja que nuestros deseos. Tú siempre has sido el izquierdista emboscado en el PP, el quintacolumnista del progresismo en un partido beatón y adocenado, lleno de capillitas y miembros del Opus Dei. El que apoyaba a los gays y se peleaba con el ala dura, representada por Esperanza Aguirre, también conocida como Sara Mago.
Lo que a ti te ha perdido es que te morías por ser ministro, como lo fue tu padre. Todos tenemos un sueño en esta vida y el tuyo era ser ministro. No tengo nada en contra, lo comprendo. Es una aspiración legítima. Yo mismo tengo el capricho y la ilusión de que me den el Premio Nacional de Traducción, aunque a este paso lo dudo bastante. Pero vamos al asunto.
Conocedores de esa debilidad tuya, tus "compañeros", que siempre han deseado defenestrarte, pensaron: "Ya sabemos cómo acabar con Alberto". Y tú, cabraloca, tontín, inocentón... picaste. El plan era hacerte ministro de Justicia y encargarte la patata caliente del aborto, ese asuntillo con el que el PP quería asegurarse a sus votantes ultras y opusitas. Y la culpa del marrón te la vas a llevar tú entera. Tú, que eras el único íntegro y salvable del partido, pasarás a la historia como el más reaccionario, el más retrógrado, el más intransigente. Hasta la alcaldesa de Madrid será recordada como progre en comparación contigo, pese a sus manzanas y sus peras. ¿Cómo te has dejado enredar así, boborolo mío?
Aún tienes salvación, Alberto. Recula, dimite. Ya has sido ministro, ya te has quitado el rixu, como dicen en mi tierra. Ahora ten valor para ser un ministro digno de recordar. ¿Tú sabes quién era ministro de Justicia en 1928? ¿O en 1977? No, nadie lo recuerda. Pero todo el mundo recordará al ministro de Justicia que prefirió dejar el cargo antes de sancionar una ley injusta y regresiva que avergí¼enza a cualquiera con dos dedos de frente. Puedes pasar a la historia como un liberal no sujeto a los dictámenes de los obispos y los meapilas, un disidente, un caballero sin espada, un hombre fiel a unas ideas de progreso. O pasar a la historia como alguien que atrasó el reloj de la libertad treinta años en pleno siglo XXI y en Europa, un tonto útil del facherío y la extrema derecha.
Pero mucho me temo que prefieres seguir siendo ministro un par de años más. Pues muy bien.
Tu alma no la busques: ya ha sido vendida en un saldo.
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rafaleon
rafaleon dice:
23/12/2013 23:40

Yo, en cambio, siempre he pensado que era el lobo bajo la piel de cordero.