Bee hunter (diario de octubre)
Ya falta menos para la llegada a las librerías de mi traducción de Caín, de Lord Byron, que publicará Siltolá en versión bilingí¼e. La obra no se había publicado íntegramente en castellano desde hacía más de medio siglo, así que ya era hora de que este largo poema narrativo, un canto a la libertad, la rebeldía y la disensión frente a lo establecido, volviera a ver la luz.
Ayer mismo, teléfono de por medio, Abel Feu y yo corregimos las pruebas: tercera ronda de correcciones, si no me equivoco. Hace casi quince años, Abel, que trabajaba entonces en la editorial Renacimiento, corrigió mi libro Monstruos perfectos y encontró erratas hasta donde no las había. Ahora estoy seguro de que la edición de Caín será perfecta.
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Hace unos días, Eva presentó en Huelva la conferencia de Eduardo Mendicutti y luego cenamos con él y con Lauro Anaya. Yo había leído Ganas de hablar y California, pero no conocía personalmente a Eduardo, a pesar de que teníamos un montón de amigos comunes. Resultó ser, como ya esperaba, un tipo muy divertido y agradable. Hablamos de la vida, los libros, los amigos, los amantes...
Poca vida social, como yo quiero, pero intensa.
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En un bar en el que me paro a tomar una cerveza, entre periódicos atrasados, me encuentro un ejemplar de la revista Año Cero, quizá la más disparatada y peligrosa entre las de su género. Digo peligrosa porque Año Cero muestra una tozuda afición a las terapias alternativas, esas que no curan nada y sólo sirven para sacar los cuartos a los ingenuos, cuando no para apartarlos de los tratamientos médicos normales, con el consiguiente riesgo para la salud. Precisamente el primer capítulo de "Escépticos", el excelente programa de Luis Alfonso Gámez en la ETB, se dedicó a este tema (se puede ver aquí).
Por lo demás, agentes de policía secuestrados por extraterrestres, templarios fuera de tiempo y lugar, secretos esotéricos en los Evangelios, profecías, conspiraciones, curaciones milagrosas y toda la vieja parafernalia. Recuerdo que hace un par de años coincidí con su director, Enrique de Vicente, en un congreso. Su conferencia consistió en una ensalada de erudición mal digerida y teorías mágicas a cual más bizarra. En el hotel, un matrimonio se empeñó en enseñarme una sombra fantasmal que habían captado sin querer en una foto. "¿Cree usted que debemos enseñársela a don Enrique?". "Por supuesto", dije yo, "nadie mejor que él sabrá lo que hay que hacer".
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Enmedio del calor, me dedico a perseguir los nidos que las avispas alfareras tratan de construir en casa. Sus colmenas aparecen en los lugares más insospechados (el cuello de una camisa, el dintel de una puerta, el maletín de un portátil) y son como pequeñas vasijas de barro, en cierto modo parecidas a las vainas de La invasión de los ladrones de cuerpos. Así que, so pena de despertarnos un día convertidos en avispas alienígenas, y a falta de un Enrique de Vicente o un Juan José Benítez que me asesoren, me concentro, cual intrépido Van Helsing, en adelantarme a sus planes invasores y salvar a la humanidad.
Quizá no es una actitud muy ecológica pero tampoco dejaría que una jauría de lobos se instalase en mi salón.
Ayer mismo, teléfono de por medio, Abel Feu y yo corregimos las pruebas: tercera ronda de correcciones, si no me equivoco. Hace casi quince años, Abel, que trabajaba entonces en la editorial Renacimiento, corrigió mi libro Monstruos perfectos y encontró erratas hasta donde no las había. Ahora estoy seguro de que la edición de Caín será perfecta.
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Hace unos días, Eva presentó en Huelva la conferencia de Eduardo Mendicutti y luego cenamos con él y con Lauro Anaya. Yo había leído Ganas de hablar y California, pero no conocía personalmente a Eduardo, a pesar de que teníamos un montón de amigos comunes. Resultó ser, como ya esperaba, un tipo muy divertido y agradable. Hablamos de la vida, los libros, los amigos, los amantes...
Poca vida social, como yo quiero, pero intensa.
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En un bar en el que me paro a tomar una cerveza, entre periódicos atrasados, me encuentro un ejemplar de la revista Año Cero, quizá la más disparatada y peligrosa entre las de su género. Digo peligrosa porque Año Cero muestra una tozuda afición a las terapias alternativas, esas que no curan nada y sólo sirven para sacar los cuartos a los ingenuos, cuando no para apartarlos de los tratamientos médicos normales, con el consiguiente riesgo para la salud. Precisamente el primer capítulo de "Escépticos", el excelente programa de Luis Alfonso Gámez en la ETB, se dedicó a este tema (se puede ver aquí).
Por lo demás, agentes de policía secuestrados por extraterrestres, templarios fuera de tiempo y lugar, secretos esotéricos en los Evangelios, profecías, conspiraciones, curaciones milagrosas y toda la vieja parafernalia. Recuerdo que hace un par de años coincidí con su director, Enrique de Vicente, en un congreso. Su conferencia consistió en una ensalada de erudición mal digerida y teorías mágicas a cual más bizarra. En el hotel, un matrimonio se empeñó en enseñarme una sombra fantasmal que habían captado sin querer en una foto. "¿Cree usted que debemos enseñársela a don Enrique?". "Por supuesto", dije yo, "nadie mejor que él sabrá lo que hay que hacer".
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Enmedio del calor, me dedico a perseguir los nidos que las avispas alfareras tratan de construir en casa. Sus colmenas aparecen en los lugares más insospechados (el cuello de una camisa, el dintel de una puerta, el maletín de un portátil) y son como pequeñas vasijas de barro, en cierto modo parecidas a las vainas de La invasión de los ladrones de cuerpos. Así que, so pena de despertarnos un día convertidos en avispas alienígenas, y a falta de un Enrique de Vicente o un Juan José Benítez que me asesoren, me concentro, cual intrépido Van Helsing, en adelantarme a sus planes invasores y salvar a la humanidad.
Quizá no es una actitud muy ecológica pero tampoco dejaría que una jauría de lobos se instalase en mi salón.
Lo de la "sombra fantasmal" es tremendo...
Muchas felicidades por ese Caín inminente, que tiene muy buena pinta.
Abrazo.