Argentina
Mi lectora número uno no daba clases de Literatura ni escribía reseñas ni tenía una opinión sobre la influencia de Pound en T. S. Eliot. Su bliblioteca no llenaba dos estancias pero tenía todos mis libros y mis recortes de prensa cuidadosamente guardados. Cuando se los enseñaba a alguien, antes le preguntaba: "¿Tienes les manes llimpies?". Jamás escribió una tésis sobre mi poesía pero era muy capaz de decir cuándo un poema no le gustaba nada. Mi lectora número uno no se mordía la lengua.
Me acuerdo cuando era chaval. Ella llegaba a veces, sin avisar, se sentaba en el salón y empezaba a hablar. Nos tenía embobados a mi madre y a mí toda la mañana con sus anécdotas y la forma en que las contaba. Siempre deseábamos que volviera. A veces me dejaba lotería. Para mi hermano no: sólo para mí, para el poeta.
Ha muerto mi tía Gentina. Hace pocas semanas, aún tuvo fuerzas para visitar la Feria de Muestras. La imagino, pequeñísima, delgadísima, con sus gafas y su determinación, recorriendo stands de tractores y gadgets de cocina, exigiendo la visera gratuita de Cajastur. ¿Qué pensaría al verla la Muerte, la Mala?
Mi lectora número uno tenía 86 años y vivió la vida bien, rectamente, como una paisana, con nobleza. La queríamos.
Que la tierra le sea leve. Nunca tendré otra lectora como ella.
Grandioso recuerdo. Un abrazo.