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SU CARTERA - (III)


Un visitador médico ha ligado con una cartera preciosa y comienza la convivencia de la pareja. Una vida en común de trabajo, ocio y algún repunte de celotipia ante la irrupción del ordenador portátil.

Fue mucho tiempo y el delicado color marrón se iba oscureciendo con un brillo suave que, salvando las distancias, le recordaba el que tenían las coderas de las sotanas de algunos curas de su colegio de niñez. Le cogió más respeto aún a su cartera.

Eran las asas de las que se ocultan entre las caras externas deslizándose por unas ranuras mediante una ligera presión, detalle de versatilidad que los fabricantes les añaden por si en algún momento los maletines contienen pocos documentos y se quieren usar como simples portafolios. No era el caso.

Siempre usó su cartera como lo que era, en todo su esplendor. Siempre la llevaba bien repleta y en algunas ocasiones al límite de sus posibilidades porque, y esto sólo lo sabe bien un visitador, un product manager no se considera realizado si no discurre materiales cada vez más voluminosos y en cada ciclo un visitador tiene que apechugar con la creatividad de unos tres PM. Por eso la cartera envejeció por las asas. De varias formas:

Las costuras empezaron a irse por el roce de las manos y se salían las piezas gruesas de cartón que llevan embutidas haciéndolas más abultadas; el sudor o la grasa que se desprende de las palmas fueron, poco a poco, oscureciendo primero, ennegreciendo después el centro de las asas que, al mismo tiempo, se fueron deformando a resultas del roce entre ellas y por soportar el peso; también por el peso sus extremos embutidos, que son rígidos y con puntas sagitales, fueron desgarrando al cabo las comisuras de los huecos por los que se esconden.

Decidió que había que repararlas o sustituirlas antes de que se produjese un desgarro que no tuviese arreglo. En realidad había pasado de más el plazo que la empresa le concedía para reponer maletín, pero le gratificaba tanto éste que no había pensado en relevarlo.

Tenía cierto prestigio en la ciudad un establecimiento dedicado a estos menesteres así como al arreglo de zapatos. Y debía de contar con lo último en tecnología porque se llamaba RAPID SERVICE, pues como todo el mundo sabe un nombre en inglés es señal inequívoca de "modelnidad", que no es lo mismo, por ejemplo, llamar puta que call girl a una ramera. Aledaño al mercado, le costó trabajo encontrar aparcamiento pero, conseguido éste, traspasó el umbral con su cartera en la mano. Una cierta desazón le estremeció, como la noche en que murió su suegro, al ingresarlo en el hospital.

Le extrañó ver sólo a un joven atlético, qué lejos aquellos viejos zapateros remendones, tras el mostrador aunque pensó que tendrían muy racionalizado el trabajo y no sería necesario más personal. Había poca luz en el interior si bien consideró que para las puntadas tendrían buenas luces en las máquinas. No había clientes en ese momento de modo que la gestión fue rápida:

- Puede Vd. venir a recogerlo el miércoles de la semana que viene, porque como hay fiesta de por medio...
- De acuerdo.

Continuará.