ROMANCE DEL ENCUENTRO INESPERADO (6/5/89)
Paseábanse los Palda
por la calle ajardinada.
Comares les daban guarda
porque nada les pasara.
La fragancia de las flores
y lo tenue de las nubes
movían a mil amores
bajo los cielos azules.
La señora, que miraba
al frente, como es su norma,
la figura divisaba
de una familiar forma.
"¿No es aquél m'hijo querido,
que de mi vientre pariera,
el que va muy bien asido
de doncella forastera?".
"Eslo, eslo, esposa mía"
contestárale el esposo,
que bien claro lo veía
con esa pinta de oso.
"Mira su bolsa rojiza
colgar de la espalda suya,
mientras mira la pajiza
cabellera que no es cuya".
Helos, helos por do van
un montón de amartelados:
en las farolas se dan
por no ver qué hay a los lados.
Son Doncel y la su amiga
que por Pimpa atendía.
Vienen con mucha fatiga,
que de la playa venían.
La chiquilla es cariñosa
y le gusta que se sepa:
sin pensar en otra cosa
se encarama, empina y trepa.
Catorce ósculos le diera,
o puede que diecisiete,
le muerde como una fiera
y él, gustoso, se somete.
Reacciona, no obstante, el mozo
y la toma por el talle
besándola sin rebozo
por enmedio de la calle.
Los Palda y los Comares
observan todo este rito
frenando los sus andares:
todos, incluso Oscarito.
Cuán grandes las risotadas,
qué enorme es el regocijo
al ver las amarteladas
paseatas de su hijo.
Pardiez que estaban contentos
y que mucho se reían
mirando aquellos momentos
tan felices que vivían.
Doncel de pronto ha mirado
por detrás de sus espaldas,
con la mano ha saludado
volviendo otra vez las nalgas.
Es el Comar quien hablaba
y oiredes lo que decía:
"La vergüenza aquí se acaba
hasta en la pública vía".
"¿Qué juventud es aquésta
tan osada y atrevida?
¿A dó vamos, oh funesta
y desvergonzada vida?"
La joven que lo escuchara
de vergüenza se moría,
tal que si alguien la mojara
encogía, ...encogía,...
Mas no le vieron la cara
pues que siendo muy discretos,
porque el sofoco aliviara
se fueron tras unos setos.
Finaliza aquí este cuento
de amoríos vespertinos
que tuvieron un encuentro
con unos padres tan finos.
eres grabde Manué, coño, ¡eres grande...!
Un abrazo de bahía