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PIARAS Y REBAÑOS

In memoriam de gran bronca



In momine Patris, etc...
¡Fratres conscripti!, he aquí la parábola de hoy:

Grandes piaras de turistas desfilan por las aceras, impidiendo el paso a quienes andan con el azacán del día. La lentitud de sus andares hace que los autóctonos se desesperen o tengan que adelantarlos a base de codazos o excusas. Sí, es cierto que consumen en los establecimientos hosteleros, pero tampoco demasiado, ya que se desplazan desde la ciudad vecina, que es donde pernoctan. Hacen fotos a troche y moche, fotos que vaya usted a saber si tendrán tiempo de ver detenidamente. Tampoco hay seguridad de que, de vuelta a su redil, puedan identificar los lugares, ya que casi siempre el ritmo de visitas es frenético y no todo el mundo tiene la mente fotográfica, máxime dada la edad que se le adivina a la mayoría del hato.

Llama la atención la diligencia que muestran en obedecer las órdenes de los rabadanes, que les hablan en su lengua: quizá el miedo a perderse en paisajes desconocidos sea la causa; o puede que el entrenamiento en sus majadas de origen, porque si no pertenecen al modelo obediente, difícilmente pueden disponer de ahorros para estos viajes.

Hay algunos rebaños humanos que se caracterizan por la avanzada edad de todos sus miembros. Cuando cruzan los pasos de peatones, mujeres y hombres marcando el ritmo de los modernos ejércitos humanitarios -aunque sin cabra disfrazá-, los semáforos treman como parkinsonianos metálicos, creando un baile de colores sugestivo y alegre. Artrosis, osteoporosis, diabetes e hipertensiones se olvidan algunos ratos por haber accedido al status de manada. Estos no necesitan haber ahorrado en exceso porque suelen ser jubilados y se acogen a planes especiales de ciertos organismos oficiales.

Haylos del tipo Cancún, es decir, los formados por parejas en crisis que deciden resolverla yendo a dicho mexicano lugar, pulirse un buen pico de euros y volver para divorciarse porque, estando allí las 24 horas juntos, comprenden que la cosa no tiene arreglo. Una subvariante de dichas majadas es la del tipo "crucero": como la de Cancún, pero flotando, que balancea más y si hay que encornamentar a la pareja es más romántico hacerlo sobre el rielar de la luna en el lúdico oleaje (¡ohhhh...!) que dijo el poeta.

La grey televisiva, convenientemente adiestrada por telebasureras y telebasureros, llega al extremo de aplaudir a monarcas y aristócratas en determinados acontecimientos, mientras abuchea a los cargos públicos que ella misma ha elegido en las urnas, señal inequívoca de que la hierba que pasta es más bien yerba de la que se juma y ajuma.

En tropel acuden a los estadios y "ganan" o "pierden" si sus ídolos lo hacen, sin importarles que en la temporada anterior fuesen del "eterno rival". Los "colores" de las falsas identidades, el patrioterismo acrítico, la mentalidad infantiloide mueven a este tipo de ganado, como los falsos músicos mueven estruendosamente a las juventudes consumistas, así como campanillas, campanazos, campanarios, minaretes y otros inventos atontan conciencias, doblan cervices, entregan voluntades a pregoneros de todo tipo de supersticiones y majaderías. Y cuando les fallan las creencias y carecen de directores espirituales, ¡hala!, al psiquiatra o al psicólogo.

Una modalidad de rebaño muy actual es la del modelo SMS/internet: no hacen falta la voz del pastor ni el ladrido del perro porque un mensaje basta para congregar miles de cabezas caiga quien caiga. pero la cosa puede tener su lado positivo ya que da pie a que algún gran autor, recordando a Miguel Hernández, escriba:

Sálvense las cabras de mi papá

Lo dice Miguel,
que su cabeza levantó
sobre el cielo granatensis
en noche de primavera.

-¿Para esto yo luché,
enfermé, me privé
y morí?

-Contemplo veinte mil borregos borrachos,
machos, por mitad;
y, la otra, hembras.

-¿Es éste mi regalo de cumpleaños,
centenario y dolorido?
¿Veinte mil payos, decadentes, balando.
Cual borregos, paciendo en el erial?

-¡Por favor:
guarden las cabras de mi papá, y a sus nietos y bisnietos,
y a todo lo demás!

Los balidos pueden ser escalofriantes cuando uno de esos autobuses que transportan rebaños vuelca o es arrollado por un tren. Entonces las familias y los telediarios comprenden que estamos ante personas. En centros de trabajo como el que me alimenta a mí se acrecienta la tarea, pero nos encomendamos a todo lo encomendable y luego nos llega la paga con las horas extras o un plus de productividad (no domino la terminología laboral, que lo mío es enterrar). Así, mientras unos se lamentan, otros cobran más, que la vida es dura, cruel y emífera, que dijo un sabio.

Pero los rebaños, las piaras no se extinguen. Su capacidad de reproducción es infinita y la capacidad de manipulación de los listos de siempre también. Y bailan al compás del cencerro, la esquila, la batería o de lo que se tercie: lo importante es el encantamiento, la alienación, la disposición a la obediencia ciega a todo tipo de poder. De ahí que siempre se les marque el ritmo, el son del baile. Piaras.

Amen.

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Fray Fossor de Onuba dixit