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Y VINIERON LAS FLORES

(vídeo de amor dedicado a Concha Caballero Díaz por Manuel Gualda Jiménez)

"LA PLUMA" DEL BARBONAUTA

¡Que bien se le ve la pluma! No es que trate de ocultarla, no. La tiene y se le ve. Además se mueve, más bien se menea, mucho: de acá para allá. Y sube. Y baja. Se ha llevado muchos golpes en su corta existencia. Golpes que le han dado, y aún le dan, gentes autosuficientes, triunfadoras, seguras de su fuerza -porque son gentes fuertes- que no reparan en su debilidad.

 

Pero su flexibilidad y su agilidad le confieren una fuerza de atracción que a los otros magnetiza y por eso corren en su busca. Y los golpes, lejos de una humillación hacen de su existencia un continuo vuelo.

 

Es el centro en el que convergen todas las miradas.

 

Y muchas veces escapa a los golpes, lo que causa desazón y desespero en algunos fuertes, aunque en otros supone alegría. Para bien o para mal, todos están pendientes de su pluma, de su meneo, de su airoso desplazamiento y de sus vistosos colores.

 

Su forma redondita es el complemento, cuando debería ser la esencia, de su personalidad, mientras que la pluma es la esencia, cuando debería ser el complemento, de su mismidad.

 

Qué capricho del destino ha creado su ser, lo ignoro, porque viniendo de la China oriental y piruli y del siglo V antes de nuestra era, vaya Vd. a saber. Pero ahí está: divirtiendo a unos, entristeciendo a otros, enalteciendo a los menos. Siempre sobre un fondo de color y sobre una red, como corresponde a un buen volante - ése es el nombre de la pelotita emplumada- de bádminton, que recibe con elegancia los golpes de las raquetas. Sin escándalo. Con sus colores, con sus vuelos, con sus botes en la pista cuando falla el jugador. Con su pluma.

 

ooooooOOOoooooo

 

Hace siete años publiqué aquí una entrada titulada "Serie olímpica" (puede que retome el asunto, pero no lo aseguro) en la que figuraba el titulado "La pluma", que ahora he copiado por si alguien no lo leyó en su día, habida cuenta las portadas de la prensa de estos días sobre Carolina Marín y porque mi nieto quinceañero también juega al bádminton, aunque en otro club choquero. ¡Ea!