EL VÓMITO (septiembre, 1997)

Como el grupo de gamberros que a una lagartija
corta el rabo
y contempla sus convulsiones
con arrobo,
dos mil quinientos millones
de imbéciles
entierran a un parásito
dorado.

Babosos prestes de la imagen que prostituye
ofician la ceremonia, y
un decadente hortera canturrea pseudopoesía usada
mientras vemos cómo acuna
a un negrito
la mano anillada de brillantes.

La mano misma que acaricia la polla
del que vive de las minas,
mientras su izquierda
consuela a las víctimas
sobando las tiernas
cabezas.

Esas cabezas que un día, quizá,
serán del mismo hato de
dos mil quinientos millones de imbéciles
que entierran parásitos
dorados.

Quiero que mi vómito los ahogue
y que la gargantada alcance a sus sa-cerdotes.

Quiero que los líricos del crimen y la mierda
(en los media)
sientan mi basca en sus gaznates podridos
y la paladeen,
mientras que las joyas de todas las coronas
y los cuernos de los coronados
rasgan sus mucosas, tan hábiles en la mamada
infecta a los poderosos.

Quiero llevar a todos los paparazzi
a un altar
y con ellos, junto a ellos, mearme desde el ara en los
dos mil quinientos millones de imbéciles
que entierran parásitos,
para que mis salobres orines suplan la sal ausente de sus lágrimas vacuas de televidentes,
en su agonía.

Y que una vez ahogados y muertos
se entierren con sus parásitos
(hijoputitas de trapo)
y descansen en paz
para que un alba nueva traiga otra vida.