CARTAYERA (noviembre, 1998)
Espera el poeta en la caravana que provoca
un semáforo, de mañana,
y lanza un bostezo por el rabillo del ojo
Y te ve aparecer.
Caminas por la acera cuando vas al instituto
como una acción de gracias al templo
de tu majestad y tu cuerpo.
Saluda tu pelo a la brisa
hendida por la aerodinamia de tus caderas
y un estremecimiento del busto,
cuando tus damas te salen al encuentro.
Los ojos se enredan en tus revuelos
y los pensamientos en tus misterios
sin adivinar el temblor en tu garganta
cuando te sube la agitación
desde el pecho.
Miras al frente, surcas las baldosas,
mascarón mañanero de juvenil ilusión,
y el tórax tuyo es un vesubio, tus bronquios generan
ciclones que arrasan las mucosas
ciertas y falsas, y
el rascado fragoroso precede al lanzamiento:
¡Dios, qué gargajo,
cartayera,
qué gargajo!
un semáforo, de mañana,
y lanza un bostezo por el rabillo del ojo
Y te ve aparecer.
Caminas por la acera cuando vas al instituto
como una acción de gracias al templo
de tu majestad y tu cuerpo.
Saluda tu pelo a la brisa
hendida por la aerodinamia de tus caderas
y un estremecimiento del busto,
cuando tus damas te salen al encuentro.
Los ojos se enredan en tus revuelos
y los pensamientos en tus misterios
sin adivinar el temblor en tu garganta
cuando te sube la agitación
desde el pecho.
Miras al frente, surcas las baldosas,
mascarón mañanero de juvenil ilusión,
y el tórax tuyo es un vesubio, tus bronquios generan
ciclones que arrasan las mucosas
ciertas y falsas, y
el rascado fragoroso precede al lanzamiento:
¡Dios, qué gargajo,
cartayera,
qué gargajo!