CARTA DEL GAUCHO MAGNOLIO
Querida lectora, querido lector, queride lectore:
Verás, no sé si tú te habrás sentido alguna vez en tu vida como un gaucho o, más propiamente, un gaucho. Y, si así ha sido, naturalmente desconozco el cuándo y el porqué. Pero sé muy bien las circunstancias - edad, lugar, estado psicológico, detonante ...- que concurrieron cuando en mí se dió tal fenómeno por primera vez. Y la causa de que haya ocurrido una segunda.
Imagina que me apoyo en tu hombro porque quiero contárselo a alguien y eres tú quien tengo a mano. Pues prepárate para el tostón que te voy a dar o para el tango que te voy a cantar, pero de modo optimista, que no será largo:
eran los años en que los emigrantes españoles -porque aunque a los carcas les duela, Espagna o Espanya, como quieras, ha sido siempre un país de emigrantes e inmigrantes, como todos, no creas- de primera generación que habían triunfado en su exilio laboral sudamericano, regresaban a ver a las familias y amigos aquí dejados, mostrando su buena situación económica, y sirviendo de estímulo a los hambrientos jóvenes de la postguerra civil para que, a su vez, emigraran a Brasil, Argentina, Venezuela ...
Quienes, de cierto nivel cultural, venían de Argentina traían de regalo algunos libros: los prohibidos aquí de García Lorca y autores republicanos exiliados y uno puramente argentino: el "Martín Fierro". Bueno, pues en mi casa cayó este libro cuando a mí me empezaba a salir la barba -la muy contumaz sigue erre que erre- salpicada de granitos y a compás de otras salidas que no procede narrar aquí. Y uno era idealista, amaba la justicia, peleaba con los padres defendiendo las ideas que oía en la calle y el colegio, y discutía con los amigos sosteniendo las que dictaban padres y profesores.
Naturalmente, fui Martín Fierro una buena temporada porque al leer, por ejemplo
Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra;
el cantar mi gloria labra
y, poniéndomé a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.
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No me hago al lao de la gí¼eya
Aunque vengan degollando,
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.
(.................)
Si me atribulo o me encojo,
siguro que no me escapo:
siempre he sido medio guapo,
pero en aquella ocasión
me hacia buya el corazón
como la garganta al sapo.
(..................)
Ah, hijos de una...! ¡la codicia
ojala les ruempa el saco!
ni un pedazo de tabaco
le dan al pobre soldao,
y lo tienen, de delgao,
más ligero que un guanaco
con esa edad, uno se enardece, se entusiasma, ama la justicia, es capaz de discutir y pelear si llega el caso. Y más si duerme bajo pieles de guanaco como yo dormía y no con babosos nórdicos de los de ahora.
Han pasado muchos años y el proceso de blanqueo de mi barba ha sido testigo, y algunas veces protagonista, de situaciones, si no cruentas, sí tensas, violentas, injustas. No sé si alguna vez sabré contártelas, si es que te interesan, pero de todas he aprendido algo y aún me sorprendo, pese a mi edad, ante algunas situaciones, por ejemplo, que los pobres se pongan a servir a los ricos como policías, soldados y todas esas cosas: ¿habría guerras si no hubiera soldados? ¿habría delincuencia si hubiera justicia?, sigo dudando porque sigo siendo humano.
Y hace unos días, me he vuelto a sentir gaucho, no por cabalgar ni lanzar boleadoras, llevar facón o poncho, sino por la necesidad de cantar, contar en mi caso, a un público para tener vida social, necesidad que pasa por altibajos, y, sobre todo porque por primera vez en mi vida he tenido en mis manos la calabaza hueca, no de las que tanto abundan en jefes o políticos, sino la que, penetrada por una bombilla, me ha servido para catar el mate cimarrón y, en taza, también he probado el mate cocido que yo he catado tal cual y con aspartamo (si Martín Fierro me hubiese visto...).
Dicho todo esto, no me vayas a preguntar por qué me llamo Magnolio, que pertenece a lo más íntimo de mi vida y mi progenie y no te lo voy a decir. Quédate, y no son malas razones, con la idea de que el magnolio es un árbol magnífico de flores hermosas, nombre eufónico, literario, romántico y cinematográfico. ¿Te parece poco?
Con mi deseo de felicidad para tí y los tuyos, recibe mi más pampeano saludo.