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3. MENÚ ROJO CON PARAGUAS AL CABELLO CAQUI (1985) - Tercera puntata:

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TORMENTOS CHINOS
(Resumen de lo publicado: insisto, mejor lee las puntatas anteriores, y te harás completa idea ).

Las columnas han vibrado durante un buen rato, atronando los alrededores como si de una fiesta rociera se tratase, pues no son columnas dóricas, jónicas ni nada parecido. Son simples bafles que, dos a la derecha y dos a la izquierda, en dura competencia se han espetado mutuamente:

¡Cuando un amigo se va ...!
¡ta ra, ta ra, ta ra rá!

- ¡La noche que me dio el tío del tambor ...!
¡Po rron pon pón!

Tratamiento de choque, según lo entiende el chino. Por eso, su compa el de los musculitos y él mismo llevan taponados los oídos.



Al concluir, por un lado los Pomelos de la Debla y por otro los Caliqueños, el impasible chino, todavía con los tapones, ha gritado:

- ¡Canta, condenado patatelo! ¿Cuál es la leceta de la laya en pimentón?
- ¡Mierda de chino! No lo sabrás nunca ...

Un leve gesto del Chino y el Musculitos, tras breve carraspeo comienza a leer con voz impersonal: "Una mañana de bronce apareció el cadáver ...". Dos horas después el patatero suda copiosamente, sus ojos van de un secuestrador a otro empezando a perder parte de su firmeza y una invencible sensación de espeso sopor le invade. El Musculitos sigue impertérrito: "... Era una cabeza ancha y robusta ...". Interrumpe el Chino:

- Patatelo: esto es una novela de Juan Benet que tiene 250 pgs. y vamos pol la 61. Nosotlos tenemos comida, bebida y cómodos asientos: tú, nanay del Palaguay. ¿Seguimos o te lindes?

El espíritu patatriótico comienza a vacilar, pero sigue habiendo capacidad de disimulo:

- ¡Tus muertos, chino!
- ¿Mueltos? Ji, ji, ji ...! ¡Vamos musculitos, tila p'alante!

-"En el cruce del camino a San Mamud con la carretera de Bocentellas a..".....................................................................................y yo Jefe de Estado - dijo el Sr. Casiano".



La cabeza de Julián Jimeno cuelga flácida de cualquier manera, sus ojos miran a ninguna parte y en sus oídos resuenan ecos de los Caliqueños mezclados con el galimatías monocorde del tocho que le acaban de leer. Pega un respingo cuando el Musculitos cierra el libro de golpe y musita:

- No os lo diré ... nunca, mamones ...

Sus secruestadores están comiendo salmonetes fritos y gambas a la plancha, con vino del Condado bien fresquito. Durante la lectura el Chino ha cocinado y ahora ambos sonríen frente al patatero mientras comen. Haciendo honor a su ascendencia árabe, eructa con delectación el Musculitos, y dice:

- Parece demasiado tranquilo este tío, ¿lo espabilamos?
- ¡Vale!

Terminan de comer, dejan los restos ante el preso, se aseguran de que las ventanas estén bien cerradas y, tras embutirse sendos monos, ponerse guantes y colocarse unas escafandras, quitan los pantalones a su víctima, le despojan de los sucios calcetines y le desnudan el torso. De un estante, el Chino toma un bote. Algo se mueve dentro, mas Julián no lo ve, pese a tenerlo ante sus narices.

Es la voz del Chino, con toda su mala leche, la que le hace estremecerse:

- ¿Ves que helmosos? Los hemos cogido hoy del mismísimo Tacú. ¿A que no habías visto unos mosquitos más sedientos en tu vida? ¡Ji, ji, ji ...! Pues que les aploveches, capullo. ¡Ji, ji, ji ...! ¡Ji, ji, ji ...!

Un zumbar siniestro se produce cuando el Chino abre el bote. Picotazos y picotazos por doquier ... párpados, cuello, cráneo ... pero los peores son los de la cintura y los tobillos ... ¡Y las manos atadas a la espalda! Los dedos se van inflamando.

- ¡Ji, ji, ji ...!

"Decididamente este Chino es un joputa -piensa el Musculitos-, mira que pasarle un plumero por las ronchas ..."

- ¡Ji, ji, ji ...!

En su afán por rascarse como sea, Julián se ha deslizado de la silla al suelo y se revuelca por él mezclado con las raspas de los salmonetes y las cabezas chupadas de las gambas.

"Si no fuera por la importancia de la misión le daría yo al Chino un buen estacazo ..."

- ¡Ji, ji, ji ...! ¡Qué, militloncho! ¿Cantas o no cantas? Mila que tenemos más solplesitas pala ti ...
- ¡M m m m m ...! (¿de qué me servirá tanto futin si ahora no puedo correr y me pican así las ronchas?)

Ahítos los mosquitos, una pasada de insecticida los barre, mientras que otro cosquilleante plumerazo empieza a derribar definitivamente las defensas del patatero:

- (A fin de cuentas ¿qué se me importa a mí que los chinos coman raya o no ? ... si me pudiera rascar o darme un baño ...)

pero un resto de dignidad le hace aún proferir un dulce, exquisito:

- ma mo nes ...
-¡Bueno, bueno, bueno ...! El héloe se lesiste. Veamos: despejalemos el ambiente, pues aquí huele a salmonetes, insecticida, gambas, los pies de este tío ...
- Nos ponemos las caretas y abrimos las ventanas ...
- ... y asomamos al patatelo pala que lespile hondo, ¿no?
- ¡¡NO -fuerzas de flaqueza saca el hombre- la ventana no ... que es la hora de la celulosa!! Cantaré, ... cantaré...: se limpia la raya ... mamones... se prepara el pimentón ... ¡ojalá reventéis!

Fin de la tercera puntata.

archivado en:
MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
08/12/2008 16:06

Me lo estoy pasando como un indio fumao con estas entregas...

elbarbonauta
elbarbonauta dice:
08/12/2008 21:45

Pos m'alegro Manué. Y estate atento que, en cualquier momento coloco por aquí un suicidio de los que te molan.