CicloLitoral 2009: Etapa 4 (de Playa Ogella al faro viejo de Machichaco)
Si una parte de nuestra audiencia estaba ávida de sudor y dolores musculares, esta etapa colmará con creces sus deseos de sufrimiento ajeno. Todo comenzó en la miniplaya de Ogella y acabó en el faro viejo de Machichaco, tras recorrer una cincuentena de kilómetros...
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A eso de las ocho de la mañana, nuestro despertador con perilla se encargó, como cada mañana, de que el resto del pelotón se pusiera en pie. Acariciados por una suave brisa cantábrica iniciamos la recogida del campamento, con la compañía de varios encargados de la limpieza de la zona (bastante simpáticos y extrovertidos, por cierto...).
Nuestro querido Coleta, probablemente de manera inconsciente, a sabiendas de la durísima y kilométrica cuesta que nos tocaba desayunar, decidió dejar constancia de nuestro paso por estas tierras, abandonando a su suerte su celeste pareo en lo alto del mástil de esta pequeña cala. Cada gramo de menos era importante...
Durante dos o tres kilómetros sufrimos lo indecible para subir una de las más endiabladas cuestas que os podáis imaginar. De hecho, alguno hubo que la subió andando, mientras que el resto tuvo que optar por el continuo zigzag y los frecuentes descansos.
Una vez superado el primer reto de la jornada, desayunamos copiosamente en la taberna de Ispáster (hacía tiempo que no teníamos tanta hambre), para dirigirnos a continuación a la pequeña pero muy hermosa localidad de Ea.
Este segundo tramo fue bastante suave (al menos en comparación con el primero), pero al salir de este bonito pueblo marinero, nos esperaba la segunda prueba de fuego de este duro día: una empinadísima y terriblemente larga cuesta que necesitamos cubrir para poder llegar a la montana población de Natxitua.
Si en Ogella casi nos reventamos las piernas y parte del bazo, aquí dejamos un reguero de sudor que llegó a confundir a las lustrosas truchas del riachuelo recién cruzado (síííííí, es un poco exageradillo, pero cuando te has machacado antes de desayunar y como postre tienes que subirte estas montañitas cargado con más de 20 kg de peso por carreteras recientemente asfaltadas, cualquier exageración suena ridículamente pequeña: probablemente, Indurain y Superman las habrían subido sin problemas, pero este trío que os entretiene en Verano es otro cantar...).
Tan agotados estábamos al llegar a Natxitua, que no dudamos un instante en seguir los muy sabios e idóneos consejos de Don Coleta, siempre presto a enriquecernos con la sabiduría que otorga la experiencia. O sea, que decidimos saltarnos Elanchove y tirar directamente hacia Guernica, donde llegamos tras bajar bastantes kilómetros y sólo subir alguno que otro (tan arriba habíamos llegado...).
En Guernica, Josué se perdió un ratillo, mientras El Coleta y Manuel rendían un emotivo homenaje a las víctimas del bombardeo que sufrió esta histórica localidad a manos de los enemigos de la Libertad y la Democracia. Vaya por ellos, por la Paz y toda la gente de Bien.
A continuación, iniciamos el tramo más dulce de la etapa, disfrutando de un magnífico carril bici que nos llevó cerca de Pedernales sin demasiadas cuestas. En esta última localidad, situada en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, pudimos deleitarnos con uno de los más hermosos e impresionantes paisajes que hemos tenido la suerte de disfrutar hasta el momento en nuestro periplo ciclolitoral (creo que las imágenes hablan por sí solas, pero os recuerdo que hay bellezas que ninguna cámara es capaz de captar en toda su magnitud: sinceramente, recomiendo visitar este lugar).
A continuación nos dirigimos rápidamente y sin demasiado esfuerzo hacia Mundaca, pequeño pero hermoso enclave marinero en el que logramos apaciguar al monstruo que rugía en nuestras entrañas tras tanto esfuerzo acumulado durante las últimas horas.
También llegó, por fin, la primera siesta de esta ruta (tan cansados estábamos, que hasta Manuel se quedó frito algo más de media hora: lo de El Coleta y Josué es puro vicio mediterráneo...).
El camino hasta Bermeo, a pesar de sus cuestas y el viento en contra, nos pareció un ligero paseo, en comparación con lo recorrido anteriormente. Así que al llegar al puerto de esta villa costera, pudimos regalarnos la vista con total sosiego.
Pero aquí terminó la parte descansada de esta dura jornada: la subida al faro viejo de Machichaco terminó por agotar nuestros ya cansados músculos (dura y larga subida hasta el cruce con la carretera de Bakio...).
Por fortuna, las preciosas vistas que nos acompañaron durante el camino y el impresionante paisaje que nos esperaba en el destino, nos hicieron olvidar nuestro agotamiento y saborear con gran placer la jornada recién culminada.
Será, sin lugar a dudas, una de las que nunca olvidaremos...
Besos y abrazos,
Manuel
PD: 55 km
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A eso de las ocho de la mañana, nuestro despertador con perilla se encargó, como cada mañana, de que el resto del pelotón se pusiera en pie. Acariciados por una suave brisa cantábrica iniciamos la recogida del campamento, con la compañía de varios encargados de la limpieza de la zona (bastante simpáticos y extrovertidos, por cierto...).
Nuestro querido Coleta, probablemente de manera inconsciente, a sabiendas de la durísima y kilométrica cuesta que nos tocaba desayunar, decidió dejar constancia de nuestro paso por estas tierras, abandonando a su suerte su celeste pareo en lo alto del mástil de esta pequeña cala. Cada gramo de menos era importante...
Durante dos o tres kilómetros sufrimos lo indecible para subir una de las más endiabladas cuestas que os podáis imaginar. De hecho, alguno hubo que la subió andando, mientras que el resto tuvo que optar por el continuo zigzag y los frecuentes descansos.
Una vez superado el primer reto de la jornada, desayunamos copiosamente en la taberna de Ispáster (hacía tiempo que no teníamos tanta hambre), para dirigirnos a continuación a la pequeña pero muy hermosa localidad de Ea.
Este segundo tramo fue bastante suave (al menos en comparación con el primero), pero al salir de este bonito pueblo marinero, nos esperaba la segunda prueba de fuego de este duro día: una empinadísima y terriblemente larga cuesta que necesitamos cubrir para poder llegar a la montana población de Natxitua.
Si en Ogella casi nos reventamos las piernas y parte del bazo, aquí dejamos un reguero de sudor que llegó a confundir a las lustrosas truchas del riachuelo recién cruzado (síííííí, es un poco exageradillo, pero cuando te has machacado antes de desayunar y como postre tienes que subirte estas montañitas cargado con más de 20 kg de peso por carreteras recientemente asfaltadas, cualquier exageración suena ridículamente pequeña: probablemente, Indurain y Superman las habrían subido sin problemas, pero este trío que os entretiene en Verano es otro cantar...).
Tan agotados estábamos al llegar a Natxitua, que no dudamos un instante en seguir los muy sabios e idóneos consejos de Don Coleta, siempre presto a enriquecernos con la sabiduría que otorga la experiencia. O sea, que decidimos saltarnos Elanchove y tirar directamente hacia Guernica, donde llegamos tras bajar bastantes kilómetros y sólo subir alguno que otro (tan arriba habíamos llegado...).
En Guernica, Josué se perdió un ratillo, mientras El Coleta y Manuel rendían un emotivo homenaje a las víctimas del bombardeo que sufrió esta histórica localidad a manos de los enemigos de la Libertad y la Democracia. Vaya por ellos, por la Paz y toda la gente de Bien.
A continuación, iniciamos el tramo más dulce de la etapa, disfrutando de un magnífico carril bici que nos llevó cerca de Pedernales sin demasiadas cuestas. En esta última localidad, situada en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, pudimos deleitarnos con uno de los más hermosos e impresionantes paisajes que hemos tenido la suerte de disfrutar hasta el momento en nuestro periplo ciclolitoral (creo que las imágenes hablan por sí solas, pero os recuerdo que hay bellezas que ninguna cámara es capaz de captar en toda su magnitud: sinceramente, recomiendo visitar este lugar).
A continuación nos dirigimos rápidamente y sin demasiado esfuerzo hacia Mundaca, pequeño pero hermoso enclave marinero en el que logramos apaciguar al monstruo que rugía en nuestras entrañas tras tanto esfuerzo acumulado durante las últimas horas.
También llegó, por fin, la primera siesta de esta ruta (tan cansados estábamos, que hasta Manuel se quedó frito algo más de media hora: lo de El Coleta y Josué es puro vicio mediterráneo...).
El camino hasta Bermeo, a pesar de sus cuestas y el viento en contra, nos pareció un ligero paseo, en comparación con lo recorrido anteriormente. Así que al llegar al puerto de esta villa costera, pudimos regalarnos la vista con total sosiego.
Pero aquí terminó la parte descansada de esta dura jornada: la subida al faro viejo de Machichaco terminó por agotar nuestros ya cansados músculos (dura y larga subida hasta el cruce con la carretera de Bakio...).
Por fortuna, las preciosas vistas que nos acompañaron durante el camino y el impresionante paisaje que nos esperaba en el destino, nos hicieron olvidar nuestro agotamiento y saborear con gran placer la jornada recién culminada.
Será, sin lugar a dudas, una de las que nunca olvidaremos...
Besos y abrazos,
Manuel
PD: 55 km
asi me gusta chicos, habeis sudado la camiseta, merecido ese copioso desayuno en la taberna y no digamos esas siestas que el coleta y josué no suelen desperdiciar.
por cierto ¿quien subió a pinrel esa cuesta tan endiablada? je, je, no me lo conteís que me lo imagino, top secret.
moitos, moitos biquiños