Se paró el reloj
en una hora inexistente,
en un momento del tiempo
que no existió,
en una hora que acabó con el tiempo.
Se paró el reloj en el momento
del olvido, en el tiempo de la resurrección.
El tiempo se paró, congelado en el frío de la muerte,
en el mordisco del hambre,
en la sombra del sueño...
Se paró el tiempo de nuestra vida
enterrada en el aire,
en la fosa cavada en la tierra...
Se paró el tiempo,
dibujado en cada arruga de cada mirada,
en la mirada del centinela que juega con nuestras almas.
Se paró el tiempo,
en las hojas del otoño,
en la nieve de ceniza,
en el paraíso que nos robaron.
El tiempo del tiempo, que rebrota entre las piedras,
que se desdibuja en nuestras manos...
Ya estamos cerca, perdidos,
sin posibilidad de mirar atrás,
en un paseo sin retorno, inclinados en el aire,
con nuestros cuerpos como un cuerpo
horadando nuestro lecho, en el aire,
en el espacio, en nuestro dolor,
mientras oscila el péndulo de la vida
entre el siempre y el jamás.
Y se para el tiempo,
amasado con tierra y lodo,
bendiciendo nuestro polvo...
mis saludos, poeta