Cerré los ojos
y millones de estrellas
soñé cómo viajaban, cómo caían
desde el mismísimo azul, desde el paraíso,
y las sentí como clavadas en mi pecho,
como ese puñal que te lleva al fin.
Estrellas como triángulos entrelazados,
multicolores geometrías, estrellas
con nombre propio.
Cerré los ojos, dejé de respirar,
de gritar, dejó de palpitar mi corazón,
y vi entre mis sueños el final de este viaje,
el comienzo de esa nueva vida sin vida,
ese abrazo que te oprime, que te lleva
y te retiene en el fondo de tu lecho.
Cerré los ojos, como un juego de niños,
y me imaginé en un tren recorriendo
los raíles de todo el mundo, las estaciones
sin vida que pasan de largo,
aquel jefe de estación, centinela,
guardando los pórticos sin retorno
del infierno.
Cerré los ojos, el alma,
y miré por la ventanilla de mis noches,
busqué las huellas deshechas de mis sueños,
las piedras del camino,
aquellas palabras
perdidas en la sombra de mi memoria.
caramba, Benito, menuda experiencia extrasensorial, de no ser por el dramatismo de las palabras bien podría haber sido un viaje astral con antecedentes psicotrópicos. Un abrazón