Unidad de Sangrantes
Alguien que vino a visitarme al hospital me lo señaló: "Ahí tienes un título para tu próximo libro: Unidad de Sangrantes." Lo reconozco: ya lo había pensado. Reconocerse como alguien que sangra. En el participio activo hay implícita, en cambio, una voluntad de sangrar, y yo no la tengo. No sé a quién se le habrá ocurrido ese nombre tan deprimente para este lugar. Lo pregunté y me dijeron que ya había otra Unidad semejante en Granada que se llamaba así, y que por eso lo repitieron aquí. Me parece tétrico. Pero es que de hecho han sido días tétricos, especialmente noches tétricas. Odio las noches en los hospitales, tanto cuando estás de visita como cuando eres tú el enfermo y no puedes dormir. Sé que no soy demasiado original. Tampoco ahora lo soy.
El segundo libro que leí en la Unidad de Sangrantes fue El rey pálido. Un título muy apropiado para el lugar. La novela de David Foster Wallace, un cuerdo loco que decidió quitarse la vida hace unos años. Este es el año de las novelas póstumas. Pienso ahora en Los sinsabores del verdadero policía, de Roberto Bolaño, que también padeció por culpa de un hígado enfermo. Seguro que él también pasó por uno de estos lugares malditos. Seguro que él también tuvo su particular Unidad de Sangrantes.
Me alegro de que ya estés mejor. No sé lo que te habrá pasado, lo único que sé es que cada vez me apetece más leer tus nuevos poemas.
Un abrazo.