Tres nombres de mujer y una isla
Casi no me sale la voz de la garganta. Son los restos de un resfriado que ya se iba haciendo eterno. Casi no me sale la voz, pero esta noche no me la va a estropear ningún resfriado. Al fin, han llegado los primeros ejemplares de mi segundo libro de poemas: SIMULACRO. Podría intentar escribir cosas más dignas, pero sólo me sale que me encanta el libro, el objeto en sí. Y sólo voy a escribir algunos de los nombres que me han empujado a escribir estos últimos cuatro o cinco años.
La persona que siempre ha valorado más cada cosa que he escrito ha sido mi padre, Rafael Suárez, él y mi madre, Magdalena Plácido, son las dos primeras personas en las que pienso esta noche. Se fueron esta mañana a Sanlúcar, poco después de enterarme y decirles que ya estaba el libro impreso. Aún no lo han visto. Ya lo verán. Sé que volverían sólo para verlo.
Del libro hablaba ayer con José Luis Piquero, como tantos días estos últimos años. Sólo él sabe cuánto hay suyo en SIMULACRO. Cuando escribía los poemas, se los pasaba a él y a José María Conget. Siempre supe que conté con la paciencia y la estima de ambos. Me siento muy afortunado.
Pero todo esto no habría sido posible sin Javier Sánchez Menéndez que, hace dos años, leyó un primer borrador de este libro y me ofreció la posibilidad de publicarlos en La isla de Siltolá. Hoy tengo en mis manos un ejemplar de esta edición.
Hay más nombres importantes. Pienso en Nacho Vallejo, Pisco Lira, Pablo Suárez. Pero soy absolutamente consciente de que no hubiese escrito ni la mitad de estos versos si no es por la conjunción de tres nombres de mujer que adoro y una isla en la que quisiera pasar el resto de mi vida. Los tres nombres de mujer son: Raquel, Noelia y Yesenia. La isla es La Palma. Es muy probable que esos tres nombres respondan a una sola persona o a dos, en todo caso, y que la isla tenga que desdoblarse al menos en dos. No me importa. Nada es más verdad que todo lo que siento.
¡Dios, cómo me gusta esta canción! ¡Qué cosa más bonita!
La persona que siempre ha valorado más cada cosa que he escrito ha sido mi padre, Rafael Suárez, él y mi madre, Magdalena Plácido, son las dos primeras personas en las que pienso esta noche. Se fueron esta mañana a Sanlúcar, poco después de enterarme y decirles que ya estaba el libro impreso. Aún no lo han visto. Ya lo verán. Sé que volverían sólo para verlo.
Del libro hablaba ayer con José Luis Piquero, como tantos días estos últimos años. Sólo él sabe cuánto hay suyo en SIMULACRO. Cuando escribía los poemas, se los pasaba a él y a José María Conget. Siempre supe que conté con la paciencia y la estima de ambos. Me siento muy afortunado.
Pero todo esto no habría sido posible sin Javier Sánchez Menéndez que, hace dos años, leyó un primer borrador de este libro y me ofreció la posibilidad de publicarlos en La isla de Siltolá. Hoy tengo en mis manos un ejemplar de esta edición.
Hay más nombres importantes. Pienso en Nacho Vallejo, Pisco Lira, Pablo Suárez. Pero soy absolutamente consciente de que no hubiese escrito ni la mitad de estos versos si no es por la conjunción de tres nombres de mujer que adoro y una isla en la que quisiera pasar el resto de mi vida. Los tres nombres de mujer son: Raquel, Noelia y Yesenia. La isla es La Palma. Es muy probable que esos tres nombres respondan a una sola persona o a dos, en todo caso, y que la isla tenga que desdoblarse al menos en dos. No me importa. Nada es más verdad que todo lo que siento.
¡Dios, cómo me gusta esta canción! ¡Qué cosa más bonita!
Iba a contarte algunas cosas en irc, pero acabo de ver que no merece la pena hacerlo.
Noelia.