Nicanor, enormísimo cronopio
Me imagino la cara de los acomodadores y los guardianes del protocolo y las buenas costumbres del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, cuando vieron entrar allí ayer, 23 de abril de 2012, a Patti Smith, o a Ignacio Echevarría o a Nial Binns o a Raúl Zurita. "¿Qué amigos son estos?" "se preguntarán. "¿Seguro que no le han dado el premio al hombre equivocado?" "Bueno, por lo menos trae frac. ¡Y qué joven es! Ya era hora de que le dieran el Cervantes a un escritor joven y guapo "pensaría alguna sobrina de Jaime Gil de Biedma que estaría por allí llamando la atención con su abrigo naranja." "Mariano, deberíamos proponerle la presidencia del Instituto Cervantes." "Sí, desde luego. No sé por qué no me lo habrán propuesto. Será que es muy rojo, o escribe en inglés." "Sí, será eso." "¿Y esos hippies, quiénes serán?" "Serán poetas, que tito Jaime también era muy raro y tenía amigos así."
Nicanor Parra, el antipoeta, no ha viajado a España, a esta antiEspaña en que nos estamos convirtiendo, a recoger el antipremio en esta anticeremonia. Parece un chiste fácil, pero qué me dicen de la entrega del premio a un poeta de 97 años que no está en la ceremonia y que envía a recogerlo a su nieto con sólo diecinueve años, de manos de un rey que no está, un antirrey que se ausentó en plena temporada de caza de elefantes en África, que ha delegado en su hijo, que leerá un discurso que no habrán escrito, por supuesto, ni él mismo ni su padre, el antidiscurso. Se leerán varios discursos y ninguno de ellos lo habrá escrito quien lo lee, sólo el del nieto del antipoeta, que aunque tampoco lo haya escrito él, al menos no tratará de engañarnos con esa mentira que todos conocen o debieran conocer. Si algún día los periodistas de los gabinetes de prensa se pusieran en huelga indefinida, ¡cómo íbamos a descansar de tópicos y más tópicos los españoles! Y, mientras tanto, Nicanor Parra pide no se sabe realmente a quién, una prorroga de, al menos un año, para poder escribir un nuevo libro.
Algunos creen haberle visto tras una cortinilla, riéndose, pensando como un niño travieso en la que ha liado.