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LO QUIERO TODO. (Sobre Lou Reed)

1. The Velvet Undergound

Ya había probado con otras bandas, pero lo que hizo más parecido a un debut oficial fue el disco de que firmaban The Velvet Underground & Nico y que se llamaba como la propia banda. Un puñado de canciones grabadas en unos pocos días que apenas nadie escuchó en su momento, pero que cambió la historia de la música rock. Letras y músicas del propio Lou Reed con los arreglos del otro gran ego de la banda, John Cale. El primero, un rockero neoyorquino enganchado a casi todo lo prohibido y lo oscuro, y el segundo, un multiinstrumentista inglés, discípulo del excéntrico genio de la clásica John Cage, que aportaba sus arreglos y su manera de entender la música. Aun hoy sorprende que pudieran publicar este trabajo en 1967, en una discográfica dedicada en principio al jazz, en el sello Verve; también sorprende que aceptaran a una advenediza en el campo de la música, como era la modelo Nico, de frontwoman, aunque fuera propuesta y casi impuesta por el maestro que les dio su apoyo y, entonces, sumo hacedor en los ambientes de la cultura pop que asomaba en la ciudad, Andy Warhol, autor de la portada del disco, la más reproducida de la historia de la música junto a los morritos de Mick Jagger y a cuatro melenudos de Liverpool cruzando un paso de cebra; pero, visto con la perspectiva que dan los años, lo que de verdad sorprende es que una vez que sale este disco apenas tuviera éxito, porque hoy día se trata, para muchos, de uno de los cinco grandes discos de la historia de la música popular.

Velvet Underground

Escucho las canciones del disco, todas y cada una de ellas reproducidas en todo el mundo hasta la saciedad. Leo las letras, disponibles en España como todas las que escribió Lou Reed, en el libro Atraviesa el fuego. Todas sus canciones, editado por Mondadori, en su sello especializado en temas musicales Reservoir Books, con traducciones de Javier Calvo y Cruz Rodríguez Juiz, e imagino a un joven que deseaba ansiosamente morir. Era parte de la generación estadounidense que nació en plena guerra mundial, la primera que cuestionaba el nuevo orden mundial que impuso su país cuando cumplió la mayoría de edad, en plenos sesenta, pero que no parecía estar dispuesta a hacer demasiado para evitarlo, sólo dejarse morir de mil maneras. Heroína, anfetaminas, jugos sexuales peligrosos, desencanto y hastío, chicas guapas que no ponían límites a sus cuerpos y chicos jóvenes que sólo mantenían una relación estrecha y fiel con su camello. Es verdad que la arquitectura de las relaciones ya había cambiado plenamente, la mujer se había convertido en fuerza de trabajo durante la guerra y ya no estaba dispuesta a dejar de serlo, y Nueva York se había asentado como centro neurálgico, económico y político del mundo. Esto trajo también una eclosión cultural y artística que tenía varios frentes abiertos y no el menor de ellos estaba centrado en The Factory, el club neoyorquino que giraba en torno al ya mencionado Andy Warhol y a sus amigos o protegidos, artistas o no tanto. Entre ellos, este grupo, The Velvet Underground, que había tomado su nombre de un club especializado en personas con deseos sadomasoquistas. Y no es un dato meramente anecdótico, la canción "Venus in Furs" toma su nombre del libro clásico de Leopold Von Masoch, y sus versos son muy explícitos a la hora de contar los deseos del yo poético. No creo que la sociedad de los sesenta en los Estados Unidos estuviera preparada para una muestra de exhibicionismo semejante. Quizás tampoco lo haya estado desde entonces, ni la norteamericana ni ninguna otra. Pienso en el movimiento punk o en los últimos setenta en Barcelona, o en los ochenta y la movida madrileña por evocar momentos semejantes en Europa. Si hubo algo semejante a la Velvet en España, a años luz si aplicamos criterios de calidad tendría que imaginar lo que podrían haber sido Kaka de luxe, o Parálisis Permanente. Similitudes hubo entre ambos momentos históricos pero, desde luego, pesaron más las divergencias. En realidad, lo que más unió los distintos momentos fue el pulso constante con las drogas de algunos de sus componentes. Lou Reed ha fallecido hace unos días, con algo más de los setenta años cumplidos, mientras hacía tai-chi, pero bien pudo haber sido una historia diferente. De hecho, los setenta fueron un aviso permanente de peligro para él. Algunos, muchos otros, corrieron peor suerte.

La primera canción donde oímos su voz es "I"™m waiting for the man". El fraseo inconfundible reproduce la cita del narrador con un hombre al que espera. Se trata de su camello. La sensación de peligro que transmiten los versos es constante. No parece que sea una voz impostada. Más bien, reproduce la sensación casi diaria que debía vivir:

"Felling sick and dirty, more dead than alive (...)
Everybody"™s pinned you, but nobody cares.
He"™s got the works, gives you sweet taste,
Then you gotta split because you got no time to waste (...)
I"™m feeling good, I"™m gonna work it on out,
I"™m feeling good, I"™m feeling oh so fine
Until tomorrow, but that"™s just some other time."

Y seguramente fue cierto que saldría adelante y que mañana iba a ser otro día. Aunque ya he dicho que para muchos no fue así. Generaciones en el mundo, de jóvenes y no tan jóvenes, diezmadas por lo que les daba ese hombre al que esperaban cada día. No sé si mi tema favorito de este disco, o de todos sus discos, es "Heroin". Mi inglés es muy básico. Puedo leerlo, pero cuando escucho canciones en inglés apenas las entiendo y eso que el fraseo de Lou Reed es impecable. Es mi problema. Y así es fácil que me guste tanto este tema. Para mí, ante todo, Lou Reed siempre ha sido un músico, no un poeta. Y lo sigue siendo, aunque sus poemas "”sus canciones"” estén a mi alcance y sean de los mejores que conozco. Leer sus canciones me transporta a otra dimensión llena de dolor y sufrimiento. Lou Reed nos está contando, desde sus primeras canciones, su deseo de morir. Lo único que le hace sentir bien es lo que sabía que le iba a matar. Un suicidio lento, provocado, eternamente retrasado para otro momento:

"I have made a big decision:
I"™m gonna try to nullify my life."

Y así estuvo durante unos años, firmando e interpretando algunos de los mejores discos de las décadas de los setenta y los ochenta. Igual que he comentado estos tres temas de su primer disco, The Velvet Undergound, podría haber escogido cualquier otro tema de la época. Todos ellos parecían formar parte de esa crónica de una muerte anunciada y deseada que transmitía su enorme y maravilloso, triste y lúgubre, cancionero.

2. Un día perfecto

Varios discos más con la Velvet, en los que la figura de John Cale y las estrategias de la música clásica más vanguardista del siglo XX iban tomando forma, y así, hasta que las inevitables desavenencias entre los dos líderes hicieron imposible una convivencia que, no obstante, se iba a tratar de recomponer en varias ocasiones, con diferente fortuna. Como suele pasar a menudo, ninguno de los discos nuevos alcanzaría al primero en cuanto a calidad ni a éxito. Seguían sin ser demasiado escuchados, pero sí que eran los preferidos de toda una serie de grupos que atravesaría el Atlántico, llegando a Europa, donde en cada país se fue creando un círculo, más o menos elitista, de seguidores de la Velvet. Hubo muchos, pero el que alcanzó mayor trascendencia, no sólo por el éxito que tenía, sino por lo que aportó a Lou Reed, fue David Bowie. Ahí empezó a gestarse Transformer.

transformer

Es difícil imaginarse al Lou Reed de la época. Las fotos del disco nos lo muestran dentro de una estética glam, cuyos principales exponentes fueron el propio Bowie y su amigo Iggy Pop. En una de ellas, es una mujer que viste un maillot de cuero negro que lo podría convertir en la dómina de la que hablaba en "Venus in Furs"; en otra, una camiseta blanca con unos pantalones vaqueros ajustadísimos en los que admitió haberse introducido "una gran banana", en el más puro estilo Querelle. La portada mostraba su rostro maquillado como el ángel de los ojos oscuros con su guitarra blanca. El título del disco lo dice todo: Transformer. El deseo de ser y a la vez dejar de ser quien es. Algo más que coqueteos con la estética gay. Ruptura de todas las reglas. Algunos de los personajes que frecuentaban The Factory en Nueva Cork, entre ellos el icono Joe D"™Alessandro, que protagonizaría algunas de las películas de Andy Warhol, son también citados en sus canciones. Lou Reed, apodado Lulu ya entonces, recoge todos estos materiales y con la ayuda del propio David Bowie como productor y haciéndole coros en algún tema, saca en nueve días de grabación en los estudios de la RCA, en Londres, el que probablemente sea su mejor disco y uno de los grandes discos de la historia de la música del siglo XX. Algo así he dicho ya al respecto de The Velvet Underground, y aún lo diré al respecto de Magic and loss, pero es que es así. "Vicious", "Perfect day", "Hangin"™ round", "Walk on the wilde side", "Satellite of love" y "Goodnight ladies" son algunos de los temas, ya casi standards la mayoría, que podemos encontrar en este enorme disco.

lou-reed-transformer



En medio de toda esta amalgama de personajes que quieren serlo todo y lo consiguen transformándose como camaleones o como anticipos del Zelig alleniano, o simplemente experimentando cualquier nueva experiencia que se les pusiera al alcance, tenemos estos versos:

"Just a perfect day
Drink sangria in the park
And then later when it gets dark
We go home"

Es difícil imaginarse a Lou Reed sintiendo esto versos que escribe y que dedica especialmente a su pareja de entonces. Hoy día, la mayoría de las emisoras y cadenas de televisión eligen esta canción como la más escuchada de las suyas, quizás por esta cierta aparente vuelta al redil o sumisión a las normas sociales, en el que parece que ha entrado este degustador de los placeres más dañinos y peligrosos. Tomarse una sangria en el parque con su novia y volver a casa al atardecer. Parece que el enfant terrible necesita aparentar esa normalidad en la que aún no está. De hecho, toda la década de los setenta estará luchando, a veces con más, otras con menos interés, para desintoxicarse de las drogas. Los versos finales del tema son esclarecedores y parece que le dan la vuelta a la tortilla:

"Just a perfect day, you made me forget myself.
I thought I was someone else, someone good.
.
You"™re going to reap just what you sow."

"Me has hecho olvidarme de mí mismo. / Pensé que yo era otro diferente, una buena persona. // Pero siempre recoges lo que has sembrado." El final de una inmensa canción de amor. Es posible que muchos la escuchemos así hoy en día. Pero detrás de estos versos se esconde lo que entonces hacía sentirse bien al músico: la droga o. más concretamente, la heroína. No importa. Cada lector u oyente hace suyas las palabras y las transforma y podemos imaginar que se refiere a su pareja. No es tan importante. Eso sí, es difícil escuchando todo el disco, tomarse la canción al pie de la letra e imaginarse que es una canción de amor a una chica. Quizá fuera parte de esa capacidad de transformarse de la que hace gala todo el disco. Quizás, pero el propio Lou Reed asumió esta canción como himno entre todos los suyos posibles, en los últimos años de su vida. Lo incuestionable es que la canción es maravillosa.

El disco no ofrecía esa imagen bucólica, ni siquiera era correcto políticamente, ni sumiso a las normas sociales. Algunas de sus canciones eran visitas al lado más oscuro. De hecho, la canción más reconocible de entre todas las de Lou Reed es "Walk on the wild side", donde habla de algunos de los personajes con los que se codeaba estos años. Travestis, ninfómanas, gigolos y drogadictos. Todos invitaban a Lou Reed a dar un paseo por ese lado salvaje que ya se ha transformado en algo un poco menos salvaje. Ha transformado, de forma explícita, las relaciones sadomasoquistas por mamadas y relaciones homosexuales, o la heroína por el valium. Supongo que también era una manera de saltarse la muy rígida, y no por ello menos estúpida, proverbial censura inglesa. Aun así la canción fue el hit más escuchado del disco y quizás aún lo sea. No creo que nadie piense en la letra del tema, más allá de la referencia al lado oscuro, sino en el estribillo ese del "tu, turu, turu, tuturutu..." en el que todos pensamos cuando oímos el nombre del mejor cantautor, y ahí están Leonard Cohen o Bob Dylan, o algún otro, de todos los tiempos.

Y 3. Magic and loss

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En mi opinión, este sí es el mejor disco de Lou Reed. Me he dejado atrás el Berlín, representante de la época más oscura del autor y lo oscuro siempre ha gozado de buena prensa. Pero es que Magic and loss es el primero de sus discos que escuché y tuve en mis manos en el momento en que se editó. No sé qué esperaba en ese 1992, que supuso la confirmación de que España iba a tener su lugar en el mundo que el capitalismo internacional había diseñado para nosotros, de cuyos resultados a medio plazo nos estamos enterando actualmente. No sé qué esperaba, pero sí sé qué encontré: una obra maestra, un trabajo redondo. Algunas de sus mejores canciones, cuando ya había cumplido los cincuenta, formando un todo que homenajeaba a su amigo Doc Pomus. Un cantante "limpio" que ya sí quería vivir y quería también que sus amigos vivieran. Un recorrido a través de la historia de la música popular norteamericana, con aires countries, rockeros, blues... tamizados por ese estilo tan personal que tenían sus primeros temas casi treinta años antes. Es difícil pensar que el cantante salvaje que lo ha vivido todo, en sus propias carnes y en su propia sangre, sea ahora el mismo que empieza contándonos que:

"Life"™s like a mayonnaise soda
And life"™s lake space without room
And life"™s like bacon and ice cream.
That"™s what life"™s like without you."

Ante todo, quiero decir que no conozco una muestra de dolor más salvaje, en la música pop del siglo XX, que este disco. No sé cuál fue la relación de Doc Pomus, letrista y compositor, de algunos temas, por ejemplo, de Elvis Presley o de The Drifters, con Lou Reed. Probablemente fueron eso, amigos. Sí sé que murió a consecuencia del cáncer y que este disco es un maravilloso canto a la amistad perdida. Amistad y culpabilidad por todo el pasado vivido, que ahora nos parece algo frívolo, aunque fuera el signo de los tiempos y haya supuesto tantas y tantas muertes antes de tiempo. Una de mis canciones favoritas del disco es "The power and glory", especialmente en la primera versión en la que cuenta con la participación de The legendary little Jimmy Scott, en unos coros que ponen los pelos de punta:

"I want all of it,
All of it, all of it, all of it..."

"Lo quiero todo" con una libertad absoluta. Blues de primerísimo nivel el falsete de Jimmy Scott, que interrumpe varias veces el fraseo característico del mejor Lou Reed. Decir que Jimmy Scott es lo mejor del disco es injusto, pero sí que podría serlo, aunque sólo por cómo salta entre las palabras de Lou Reed. Los títulos del disco tienen referencias literarias que ya habíamos visto en Lou Reed, y un subtítulo que les da su lugar en la obra conjunta. Aún así el trío de temas que va de "The power and the glory" a "Magician" y llega a "The sword of Damocles" justifican cualquier obra sin necesidad de más, cualquier obra de arte tendría su sentido. Tendría que reproducir todas las letras. Tendría que poner las canciones, pero están al alcance de cualquiera en muchas páginas web y vídeos en youtube. Pero es que "The sword of Damocles" es el momento real que justifica la carrera musical de un genio. Una carrera jalonada de muchas cimas, que son como una escalera hacia el cielo. En el cielo está la espada de Damocles que pende sobre nuestros hombros para recordarnos que fallamos, En el caso de esta canción, pende sobre la cabeza del amigo. Le están matando y envenenando, para tratar de salvarle (quimioterapia) y, en esa época, tenían muy pocas posibilidades de salvarse.
httpv://www.youtube.com/watch?v=KWm_RzQuWhk

En el disco hay momentos que recuerdan a los más grandes, los mencionados Cohen y Dylan, el amigo Bowie y muchos más que reconozco pero que ahora se me escapan los nombres. "Cremation" podría ser un tema destacado de la música country. Las letras son maravillosas y situarían este libreto entre los poemarios elegíacos más destacados del momento. No sé. Es difícil encontrarle sentido a todo esto. Sólo se trata de escucharlo: de escucharlo y de leerlo. La obra de un artista poliédrico que nos lleva a pensar en los grandes filósofos de su generación y de la anterior. Pienso en Michel Foucault. Personas que aún antes, pienso en Freud por ejemplo, que supieron ver la deriva que iban a tomar los acontecimientos que se avecinaban. "Dreamin" es el sueño con el amigo muerto cargado de imágenes por descifrar. El psicoanálisis, tras la segunda guerra mundial, se desplazó en masa a los Estados Unidos y especialmente a Nueva York. Me imagino a un Lou Reed huraño, cincuentón y sesentón, amigo de sus amigos, pero con muchas ganas de que lo dejen en paz, acudiendo regularmente a la consulta de su psicoanalista, que le dice: "escribe, escribe", o haciéndolo como siempre lo hizo, sin psicoanalista, por sí solo. Sabedor de que la escritura, la música, algunos amigos o amigas, son lo único que finalmente nos queda, la tabla a la que aferrarse. Y sabedor también de que la espada de Damocles, esa que pende sobre nuestras cabezas, nunca termina de irse del todo, hasta que definitivamente lo hace.