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Leyendo el periódico



No he visto la entrevista de Ana Pastor a Rodríguez Zapatero en La Sexta, de hecho ni sabía que se había producido, pero a estas alturas una entrevista a Rodríguez Zapatero viene a ser lo mismo, casi, que una entrevista a Rajoy: más de nada, más de lo mismo. Uno está continuando lo que el otro comenzó. Si ambos se complementan como en un bolero, en la distancia pero unidos, podemos sacar dos conclusiones: o están haciendo lo que tienen que hacer, porque lo hacen aunque sean tan diferentes o, simplemente, no son tan diferentes sino que son iguales, las dos caras de una misma moneda, eso sí, una más desagradable que la otra. Yo pienso que es así, que son las dos caras de una misma moneda a la que voy a llamar "sistema de alternancia democrática" o ahora en plan salsero: "quítate tú para ponerme yo" y luego te pones tú y después yo. ¡Qué bonito es el amor!

El hecho es que parece que a Juan José Millás no le gustó la entrevista en la que parece ser que Rodríguez Zapatero no respondía a Ana Pastor cuando le preguntaba si todo ese cambio repentino que nos hizo estremecernos en su último año de desgobierno, a la vuelta de Bruselas, fue producto de una conversación con Merkel. ¡Podríamos preguntarle a Obama, que seguro que sí lo sabía! Parece que sí que respondió con un desvergonzado: "Lo cuento en mi libro," Porque el motivo inmediato de esa entrevista fue la publicación de un libro de Rodríguez Zapatero. Si los españoles nos queremos enterar del motivo directo de aquel cambio repentino en nuestras vidas, tendremos que esperar a que el libro llegue a las librerías. Seguramente cuando Rajoy no responde en parlamento a las respuestas de la oposición, se estarán frotando las manos sus editores futuros. ¿Quién sabe? Igual -seguro-, se ha abierto ya la puja. Si alguien se tiene que forrar con esto, que sean los editores. Total, a los españoles nos da todo igual. Seguirán saliendo los mismos en las próximas elecciones. ¿Seguirán saliendo los mismos?

Me llama la atención que Juan José Millás, antaño incondicional del PSOE en su columna en el medio oficial del partido, El País, coincida en algunos de estos aspectos conmigo. Algo está cambiando... Se ve que sí.



Esta semana se estrena en las salas de cine españolas La vida de Adele. Es fácil que vaya a verla. Será un delicatessen previo al festival de cine europeo. El cómic ha sido el que más me ha gustado de estos últimos tiempos. Una historia de amor entre dos mujeres muy jóvenes. La película promete y mucho. La reseña Carlos Boyero, en El País, y escribe que, pese a ir predispuesto en contra a ver la película en Cannes, le gustó y mucho. Noto diferencias entre el cómic y la película. La edad de la protagonista, diecisiete años en la película, es algo mayor que en el cómic. Lo que ha escrito Julie Maroh, en su blog, es que su libro (es la autora de El azul es un color cálido, el cómic en el que se basa la película) es la obra de una lesbiana, y en el rodaje de la película,simplemente, faltan lesbianas. Es una forma de decir que la mirada de Abdellatif Kechiche es esa mirada hetero normativa que domina los medios desde que son la única ventana de la que disponemos al mundo. Ante las críticas que ha recibido la película en Francia -críticas y éxito también- las dos protagonistas, la brillante Léa Seydoux y la novel y al parecer espectacular Adí¨le Exarchopoulos, han sentido la necesidad de aclarar que no son lesbianas. Hablan incluso de malos tratos del director con ellas, aunque intuyo que se trata de la típica campaña de promoción de una película. Una película que iré a ver uno de estos días.



La huelga de personal involucrado en la educación reabre las heridas aún no cerradas de las dos Españas. Sí, vale, pero hay otro problema que también es importante y hay que considerar: en nuestro país, la educación no es un tema importante. No lo es como lo es, por ejemplo, en Francia, donde una buena parte de los cambios que han acaecido en el último siglo han germinado en el interior de las aulas. En Francia, algunas de las películas más taquilleras e interesantes, tienen como temática la educación, pienso en La clase o en la película aquella del maestro rural que daba clases a niños de distintos niveles, no recuerdo el nombre, hablo de memoria. Pero son películas donde el tema es la educación. A otro nivel podía mencionar la reciente En la casa, basada, eso sí en la obra teatral de Juan Mayorga, El chico de la fila de atrás. Aquí en España es mucho más lamentable el panorama en ese sentido. Volvamos a la huelga. Lo primero es que desde las instituciones se cuestiona el derecho a la huelga. Y se hace de distintas formas: -desprestigiando al trabajador que ejerce su derecho, diciéndole que no sirve para nada, criminalizando su acción sindical y poniéndole trabas para que se ponga de huelga; - elaborando un sistema de servicios mínimos que minimice el efecto que se desea conseguir con la huelga; -criminalizándole ante los padres; - reteniéndole unos ingresos que no se corresponden ni de lejos con lo que debe trabajar ese día (por ejemplo, yo que un jueves tengo 5 horas y media presenciales, tengo que firmar que he faltado en mi lugar de trabajo siete horas). Por otra parte, el que realmente se pone en huelga es el alumno y a este se le criminaliza desde todos los sitios: -faltas no justificadas; -no se le informa convenientemente de sus derechos; - se critica con la frase típica: "huelga, no juerga"; y por encima de todo está la ley del menor que tanto daño hace con la excusa de proteger al menor y que pende como una espada de Damocles sobre las cabezas de todos los implicados en el sistema: "señores, que estamos trabajando con menores".

La ley Wert es lamentable y, evidentemente, será derogada en cuanto salga el PP del poder, si es que llega a aplicarse. La educación es uno de esos espacios en los que parece que gobierna el Opus. Ahí están los máximos responsables del Ministerio. Por cierto, esta vez se ha destapado la Directora General de Educación con declaraciones tipo: "los docentes se ponen en huelga porque pueden", en una clara referencia a que si la dejasen a ella, no podrían, porque los echaría o suprimiría el derecho a la huelga; o "los docentes se ponen en huelga por los recortes en los salarios", como si eso les pareciera un crimen, o como si ese fuera el único motivo.

Por último está el baile de cifras. Me parece el mayor timo del sistema: no podemos enterarnos absolutamente de nada. Nunca sabremos el resultado de cualquier acción. Sólo sabemos que nos timan constantemente. ¿De verdad es tan difícil conseguir cifras fiables de cualquier evento o concentración? ¿A nadie le interesa que se conozcan los resultados? ¿Y quieren que se valoren las instituciones si no sirven ni para solucionar eso?