La mañana. De José Luis García Martín.
Cuando alguien publica su primer libro con sólo veintidós años, cae en el riesgo de repetir lo que otros ya han dicho, pero peor, en el mejor de los casos. No hay más que leer la mayoría de los poemarios de autores tan jóvenes que se publican. Las sensaciones que transmite José Luis García Martín son diferentes. Desde los primeros versos se siente que lo que escribe es cierto, es sincero.
¿Y a dónde iré que no me sienta extraño?
Y no sólo es sincero, sino que es una idea que aún hoy, treinta y ocho años después, le sigue acompañando. El autor dialoga consigo mismo: al doblar una esquina / te vuelves a mirarme / y soy yo quien me mira. Así comienza esta antología, La mañana (Sofía, 2009), que recientemente se ha añadido a mi ya nutrida biblioteca del autor extremeño o asturiano, ¿qué más da? Seguro que a él le gustaría haber vivido en otro tiempo, o en Venecia, o en Nueva York, o en Portugal, aunque sus costumbres son siempre las mismas, y lo son en Oviedo. Vivir en cualquier otro sitio, como ya supo desde hace mucho tiempo, no iba a cambiar demasiado las cosas. ¿Y a dónde iré que no me sienta extraño?
La antóloga y traductora al búlgaro, la antología es bilingí¼e, es Rada Panchovska, de quien tengo noticias por algunas entradas de sus Diarios, que pueden interesar más o menos pero para mí son imprescindibles desde hace ya muchos años, y porque estos días está prevista su presencia en Córdoba, en el desigual Cosmopoética. Sería interesante poder asistir a escucharla, como a Julián Rodríguez o a Antonio Colinas, o saber qué ha sido de Germán Copini. La selección no difiere demasiado de la de Mudanza, su antología canónica editada por Pre-textos, con el añadido de algunos poemas de su último libro, Légamo, también editado por la editorial valenciana.
Para muchos García Martín es un nombre importante en la poesía de estos últimos treinta años en España, pero muy pocos han leído su poesía. Yo mismo no la conocía hasta Material perecedero (Nobel, 1998), su Poesía Completa hasta la fecha. Siempre he pensado que publicar la Poesía Completa es un acto de vanidad que tiene sentido cuando algunos libros son ya muy difíciles de conseguir: ese es el caso. De este período son tres de sus mejores libros, los libros que aportan más poemas a sus antologías: Treinta monedas, El pasajero y Principios y finales. Es cierto que como libros son más redondos que los anteriores, pero yo me quedo con algunos de sus versos anteriores. Su admirado Pessoa escribió que "el poeta es un fingidor". Yo no encuentro fingimiento en estos versos de uno de sus poemas que yo prefiero, "Dido y Eneas":
... Qué ha sido de mi vida.
Fracasar es un arte que tú ignoras.
Se aprende lentamente, en largas tardes
y rincones oscuros, se aprende entre los brazos
que fingen un calor que no perdura.
Yo no ignoro el arte del fracaso y tampoco sé a dónde iré que no me sienta extraño. Muchas veces siento que sólo hablo conmigo mismo. Quizás es por eso que me gustan los poemas de García Martín. Quizá los tendría que haber escrito yo si tuviera más valor. Y hace tiempo que sé que la poesía no es cosa de cobardes ni de fingidores. En estos versos encuentro ecos del mejor Elytis, al que probablemente él descubriera en la antología de Júcar (como yo), editorial a la que tanto contribuyó. Pero miro las fechas y compruebo que no es posible. Las lágrimas de Eros es del mismo año en que se editó la antología de Elytis. De todas formas me gusta anotar las coincidencias entre versos que me gustan, aunque sólo sean coincidencias que se dan en mi mente. Mi cerebro no distingue entre lo que ve y lo que recuerda.
Hay una tercera parte de su obra que me interesa quizá más que las dos anteriores: la que incluye Al doblar la esquina (el título ya aparece casi idéntico en un verso, ya citado), Mudanza y Légamo. Me gustan mucho algunos poemas de Al doblar la esquina: "Maria Tsvitaieva" y "A un soldado caído en el frente del este en 1941", los que más. O "El pasajero" de Mudanza. Pero prefiero citar dos poemas de su último libro. No sé si porque me gustan más, o porque retoman temas de sus inicios. El recuerdo del cementerio musulmán de Bercia le hace escribir "Fuera del mundo" y sus versos me traen a la memoria el ya citado sentimiento de sentirse extraño. Yo uso el término "extranjero", pero es la misma idea, aunque García Martín parece encontrar lugares y momentos para la dicha.
Uno de sus primeros poemas dice: Calles de una ciudad que desconozco / con poca gente y viento y lluvia gris. / Espero a quien no llega mientras altas / se encienden luces en ventanas solas. / ... El poema que presta su título a esta antología, el que culmina su obra hasta la fecha, vuelve a esta idea:
Llegar a una ciudad donde nadie me espera,
donde todo me espera con colores no usados.
Una ciudad sin nombre que es todas las ciudades
(...)
La primera mañana en la ciudad
que primero anduviste en sueños,
que antes de ser verdad fue tinta y fue papel,
versos de Baudelaire o de Pessoa,
fotografías sepia,
acariciada fantasmagoría.
La primera mañana en la ciudad,
que es todas las ciudades y es también tu ciudad
con el azul intacto sobre el parque Ferrara
y los rosados dedos de la aurora
que acarician el rostro de Homero y el tuyo,
desconocido entre desconocidos,
Adán de ingenuos ojos
que no se cansa de mirar
un reluciente paraíso,
la primera mañana del mundo.
Sonrío. Quizá yo también sea feliz algún día.
Estupendo post, Rafa; igual de estupendo que el resto de tu bitácora, llena de aire fresco, sensibilidad y conocimiento. Mis más sinceras felicitaciones, compañero. Un abrazo. JH