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La historia más triste



¿Qué es lo más triste que puede llegar a pasar?

Veo la foto de una joven mujer japonesa. Está vestida con un kimono. Destaca el obi poderoso y también el pelo, extendido sobre la mejilla derecha. Es hermosa la foto y es hermosa, también, la mujer. Sonríe ampliamente, como no suelen sonreír las mujeres japonesas con kimono, que siempre guardan tan discretamente las formas. Y se puede leer, a pie de foto: "Tanabe Shimeko, fallecida en la primera tentativa de "suicidio en pareja" de Dazai."

A veces las palabras nos arrastran con ellas. No juzgo ni pretendo nada parecido, pero me pregunto cómo pudo seguir viviendo Osamu Dazai. El hecho es que él vivió unos veinte años más y falleció en 1948, quitándose la vida junto a su amante de entonces. Volvió a hacerlo implicando consigo a su pareja.

A veces las palabras nos arrastran con ellas, las palabras y las imágenes. ¿Estamos dispuestos a sumergirnos en ellas? A veces las historias reales son mucho más elocuentes que las que imaginamos. Y, a veces, no creamos: tan sólo nos acercamos a las afueras de la realidad. Un caudal de palabras que fluye y nos arrastra con ellas. No siempre es posible permanecer al margen, ni alejarse del cauce de la corriente. Cada vez que leo una historia que me gusta me transformo en otra persona y la vivo. Me alejo de mi vida y vivo esa otra vida. La literatura es una impostura. Yo soy un impostor. Casi siempre los lectores somos los impostores.

¿Quién soy en esta historia? ¿Soy Tanabe Shimeko o soy Osamu Dazai?