Dudas y Mercados
Mi madre se ha reído como hacía mucho que no la oía. Suelta, relajada, risueña, escuchando y comentando a su vez. Ella fue iniciada en la idea de que la risa no era apropiada en alguien educado. Ya sabemos: la educación, la discreción, la austeridad y un cierto estoicismo han sido y continúan siendo valores que tienen mucho predicamento. Si además eres mujer y perteneces a la generación de mujeres que nacieron en torno a la guerra civil, con mucho más motivo. Tanto es así que cuando después se lo he comentado, obviamente como algo positivo, se ha preocupado y me ha preguntado: "¿Sí? ¿Tanto me he reído? ¿Se ha notado demasiado?" ¡Qué difícil es, a partir de cierta edad, cambiar algunas cosas! Pero hay algo que sí es positivo: la risa, la felicidad.
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Leo algo que me llama la atención porque quizás yo mismo haya caído en ese error. Escribe Pedro Fernández Liria en el Prólogo a su libro ¿Qué es Filosofía? (Akal, 2010) que uno de los problemas con los que se encuentra hoy día el que desee conocer la verdad es el Relativismo. Concretamente él lo llama: "una cínica modestia que se complace voluptuosamente en las preguntas y huye como de la peste de las respuestas." Y más adelante, citando a Chesterton, continúa: "lo que sufrimos en el presente es la modestia mal ubicada. La modestia se ha mudado del órgano de la ambición y se ha instalado en el órgano de la convicción, al que no estaba destinada. El hombre estaba destinado a dudar de sí, pero no de la verdad; ha sucedido precisamente lo contrario. Estamos en camino de producir una raza de hombres mentalmente demasiado modestos para creer en la tabla de multiplicar."
Aclaro algo. Yo no dudo de la verdad. El problema es que me cuesta saber qué es esa verdad. Desde que se vinieron abajo todas las verdades absolutas, hablo de principios del siglo XX o antes incluso, el gran problema es ese: la búsqueda de la verdad.
Me molestan mucho los novelistas o poetas que escriben como si ellos supieran cuál es esa verdad ansiada. Me molestan los tópicos. No los soporto. Las verdades que la vida nos enseña a diario que son mentiras, por no hablar de la historia o la Historia. Me gusta la idea de que hay que "Decir NO" cuando alguien trata de convencernos de esas cosas. Detesto a los sofistas, a los que son capaces de convencernos de una cosa primero y, momentos después, de justo lo contrario, o aquí de una cosa y allí de otra. Y sin embargo adoro al poeta, al que es capaz de hacer que fluya su voz en el torrente del tiempo, de su tiempo. Por eso detesto al poeta-sofista.
Tengo un amigo al que le digo constantemente que tiene que hacer algo por entrar en el mercado. Cuando hablo de mercado y Poesía, me refiero a bolos, colaboraciones, charlas, circuitos autonómicos, jurados, actos oficiales o privados o instituciones. Supongo que así su vida sería mejor. Y, sin embargo, ambos sabemos que sería el principio del fin.
Zocos, ¿a vosotros he ir? Oídme bien: niego la belleza en el elixir secreto que vendéis. Y más aun: niego que la Poesía tenga nada que ver con vosotros.
Ni siquiera publicar tiene nada que ver con la Poesía.
Yo también desconfío de una actitud profesoral, o de condescendencia, con respecto a la verdad. Y creo que más de una vez he caído en ese error. Más que poseer la verdad, es la verdad la que posee a uno. Me parece que la verdad que ciertamente nos cambia y vincula es la que nos llega de un modo cordial y respetando nuestra libertad.