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Domingo Plácido. Sobre el concepto "ciudadanía"



Fragmentos del artículo "Temas y variaciones: la ciudadanía griega y sus lecturas prácticas y teóricas", de Domingo Plácido Suárez, publicado en la revista Gerión. Recomendaría la lectura del artículo completo, aquí.

La política nacional republicana se ve sustituida por la expertocracia transnacional, que es el peligro que veía Ramonet en los acuerdos de Maastricht, cuando estos dejan la política económica en manos de los expertos económicos internacionales, que se ponen al servicio de la oligarquía transnacional. Con la globalización económica el estado pierde su capacidad de garantizar los derechos al bienestar de la ciudadanía para plegarse a los mercados. Ello es especialmente cierto en las formas en que predomina el capitalismo financiero, donde el dinero parece hacer dinero sin pasar por la producción, con lo que se prescinde de los productores en el momento de contar con los actores de la ciudadanía, cuyos intereses quedan marginados en el momento de tomar las grandes decisiones. Salir de la crisis queda en manos de los intereses financieros. Entonces sí se tiene en cuenta a los productores, pero sólo para tratar de aumentar la explotación y reducir los costes salariales y la protección social."

Con la globalización, el capitalismo evita la necesidad de tener un mercado interior que se debería fomentar mejorando las condiciones de vida del proletariado; siempre habrá en cambio un mercado global y una clase obrera barata. Los problemas internos se solucionan gracias a la inversión en el extranjero, que proporciona las armas para reducir los efectos de las huelgas.

En ese ambiente, la aceptación del multiculturalismo, como concepto integrado en una concepción universal de la ciudadanía, pasa por la aceptación de la democracia fuerte que impida que la etnicidad se transforme en arma del poder de los dirigentes locales. Sobre esta base se apoyan las posibilidades actuales de superar las formas de exclusión hoy predominantes. La crítica de los peligros de la ilustración como hegemonía de los países avanzados de Europa, nacida de la teoría crítica, tiene que complementarse con la defensa de la democracia y de los derechos humanos y de sus raíces ilustradas. En la situación actual, la cuestión es afirmar estos dentro de la aceptación del multiculturalismo, para evitar que la defensa de las culturas locales se convierta en regreso a tradiciones feudales, como las representadas por los fueros. La paradoja se encuentra en el hecho de que algunos movimientos modernizadores frente a tradiciones nacionales se apoyan en dichas tradiciones. El desarrollo de las autonomías locales tiene que complementarse con el fortalecimiento de las instituciones internacionales de carácter democrático, que impidan el fortalecimiento de poderes locales antidemocráticos. El problema puede plantearse cuando las autonomías tienen poblaciones que no pertenecen a las etnias o nacionalidades que configuran los derechos locales y pueden pasar a convertirse en minorías privadas de derechos.

El problema del predominio de las ciencias y la industria tendría que ir, en realidad, por otro camino, según veía ya Wittgenstein, diferente al que sirve hoy para unificar el mundo, cuyos rasgos se resumen en uno, "en el que, desde luego, vivirá cualquier cosa antes que la paz. Pues la ciencia y la industria deciden las guerras, o así lo parece". La unificación por la industria y la ciencia viene a ser la globalización por el capitalismo, que no crea un mundo en paz, sino un conflicto a gran escala, donde los poderosos están en condiciones de pacificar a través de la represión, es decir, de la guerra, o del fomento de las guerras entre los globalizados. Con la globalización el capitalismo evita la necesidad de tener un mercado interior que se debería fomentar mejorando las condiciones de vida del proletariado; siempre habrá en cambio un mercado global y una clase obrera global barata. Los problemas internos se solucionan gracias a la inversión en el extranjero, que proporciona las armas para reducir los efectos de las huelgas. La globalización que permite la exportación de productos del Tercer Mundo dentro del sistema de libre comercio potenciado por la OMC y el FMI, repercute en la bajada de los precios y por tanto en que los campesinos obtengan pocos beneficios y además compitan con los productos de los campesinos de los países desarrollados que ven así también disminuidos sus ingresos41. Sólo gana así el capital financiero. Como ocurre con las fábricas de zapatos chinas, que pueden vender barato a costa de la mano de obra subdesarrollada y crea paro en el proletariado levantino, mientras que el capital financiero internacional entra sin problemas en los países subdesarrollados e invierte para producir con mano de obra barata.

En un planteamiento verdaderamente social, hay que partir del análisis de la miseria causada por la explotación que la crea y la capitaliza para buscar la consolidación de su poder. Habida cuenta del origen de la desigualdad, la única manera social de paliarla se basa en que el estado favorezca modos de redistribución que hagan revertir en el miserable parte de las ganancias de los ricos. El sistema fiscal moderno es teóricamente un instrumento social de redistribución que supera a la caridad medieval o al evergetismo antiguo. La democracia ateniense estableció un sistema de redistribución social público que ya superaba el privado. Los ricos cristianos de la primera revolución industrial fortalecieron la caridad con instituciones religiosas, pero en realidad recuperaban el sistema de la limosna que había sustituido al evergetismo de la ciudad pagana. Sin duda, la solidaridad personal y las ONG son elementos positivos para paliar los males del capitalismo, pero seguramente sirven para perpetuar su dominio. De algún modo se produce la especialización en ser pobre de que habla Reinert. Es cierto que con el poder económico del capitalismo actual es imposible que un estado sea tan socialmente democrático como para establecer un sistema de redistribución que realmente frene su capacidad explotadora. La solidaridad es un modo tendencialmente más laico de ejercer la caridad, la que teóricamente había sido sustituida por el estado social moderno, o estado del bienestar, pero ya se encargan los políticos de hacer saber que este se ha acabado, curiosamente al mismo tiempo que, según los mismos, se ha acabado la lucha de clases. Con el final de las reivindicaciones sociales se acabaron también las presiones para que los estados establezcan una política redistribuidora justa. Se bajan los impuestos y se dejan los problemas derivados de la explotación en manos de la solidaridad de los particulares. Podemos pensar, en las condiciones de la economía real actual, que el contribuyente controlado aportaría cantidad suficiente como para que, si se establece un sistema proporcional controlado, haya medios de redistribución para paliar la miseria.

La democracia social sólo resulta posible en realidad sin explotación capitalista, que es también la pensada por Bowles y Gintis. Siempre pasaría por la derrota democrática del capitalismo. Chomsky piensa igualmente que sólo es posible la democracia en nuestros días a través del control de las inversiones, para lo que se necesita la conciencia de que éstas no funcionan de manera "natural", como resultado de la "naturaleza del sistema". La primera necesidad para que sea posible reaccionar en busca de un sistema de inversiones controlado públicamente, es la conciencia de que el sistema funciona como una tiranía establecida para favorecer a los ricos a través de la política de inversiones. Hoy, en mayo de 2010, se pone de nuevo de manifiesto la tiranía de los mercados con la crisis griega, que obliga a los gobiernos a restringir la política social, como ya preveía Ramonet en el coloquio del Colegio de España de París a propósito de Maastrich.
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Matias Gonzalez
Matias Gonzalez dice:
19/11/2011 20:48

¡Magnífica última lección! Y más teniendo en cuenta que el texto es de 2010, cuando el capitalismo feroz aún no se había quitado la máscara y comenzaba a nombrar a sus pupilos, sin tener en cuenta la decisión de los ciudadanos.
Está claro que cuando el capitalismo entra en crisis se convierte en fascismo y, actualmente, estamos en esta metamorfosis. Por ello, no nos puede extrañar que hayan comenzado su ataque en Grecia, cuna de la Democracia.
Y, por ello también, mañana, día 20, está en juego mucho más que elegir al encargado de realizar los recortes. Está en juego decidir si aceptamos someternos o nos rebelamos para defender aquello que tanto ha costado conseguir.
Los hombres y mujeres del XIX, con su lucha,consiguieron un siglo XX esperanzador; nosotros, los del XX, con nuestra apatía, comenzamos nuestra andadura en el XXI con un panorama aterrador.
Abrazos, Rafa.

Rafael Suarez Placido
Rafael Suarez Placido dice:
19/11/2011 21:58

¡Gracias, Matías! A mí también me parece un texto maravilloso, que todos deberíamos tener la oportunidad de leer. Y sí, también estoy de acuerdo contigo en la casi apocalíptica visión que ofreces de lo que está por venir. Y está ahí mismo: ya, mañana.
Un fuerte abrazo.