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Con Andrés Sorel, en La Carbonería

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No siempre me interesan los actos literarios a los que asisto. En realidad casi nunca me interesan. Pero algunos sí, porque me permiten conocer a personas interesantes. No es fácil que alguien que es interesante en sus libros, lo sea en persona. Y menos aun, que lo siga siendo cuando está subido en una tarima hablando de libros, suyos o de otros. Pero hay excepciones. El pasado jueves fue la presentación en Sevilla, en La Carbonería, de la última novela de Andrés Sorel: Las guerras de Artemisa. Además del autor intervinieron mi amigo Francisco Lira; el editor de El Olivo Azul, Eduardo Moreno y el profesor, poeta y muchas cosas más, Rafael de Cózar.



Hubo intervenciones más o menos interesantes, pero todas destilaban años de amistad, conocimiento y admiración. No es fácil tampoco que un introductor sepa algo de quien está presentando, ni que tenga cosas que decir, más allá de las que se pueden encontrar en la red, por ejemplo. No era el caso. Treinta y cinco años de amistad y contacto entre Lira, Cózar y Sorel son muchos años. Muchas anécdotas, muchos momentos amargos. La vida es amarga para los que son más auténticos y no se separan de una línea personal y rotunda en su vida ni en su obra.


Hace tres años se inició la andadura de la editorial El Olivo Azul. Sevilla, Córdoba, Madrid y, de nuevo, Sevilla. En palabras de Francisco Lira, la mejor editorial de traducciones de estos últimos años. El artífice de todo ello es Eduardo Moreno, que no satisfecho con esta aventura de "arqueología literaria" inicia una nueva singladura en la colección Narrativas, con la edición de autores contemporáneos. La otra gran apuesta en este sentido es el ignoto, pero contemporáneo, Gabriel Sofer, que acaba de lanzar su segundo libro: Bestiario y fuga. Me gusta saber que su acogida está siendo buena, porque a ello contribuyó en parte mi reseña del anterior libro de relatos, Al final del mar. Me alegra mucho.


Rafael de Cózar fue profesor mío en la facultad. Fueron años extraños. Mi admiración por su figura era mucha y así, cuando me enteré de que me daría clases de Literatura Española Contemporánea, me gustó la idea. Pero las clases resultaron ser aburridísimas. ¡Qué contraste entre ese tipo genial que aparecía por todas partes y ese profesor como casi todos los demás que leía sus fichas sin mostrar ningún entusiasmo por lo que hacía! Ya he hablado de mi amigo de entonces, Rodrigo Cameron. Conocimos a dos chicas holandesas que estudiaban Literatura en Sevilla y las llevábamos por todos los sitios donde había que estar. Eran mis primeros años de La Carbonería. Allí terminábamos, o casi, muchas de las noches. Allí estaba siempre Fito Cózar. Recuerdo que asistimos a la presentación de Entre Chinatown y Riverside. Los ángeles guardianes. Aprendí, algo insólito en mí, casi todos sus poemas y los recitaba constantemente. Aún recuerdo fragmentos de alguno:



Hubiera preferido contarte que todo marcha bien


Y que escribo esta noche con estilo,


Como tantos otros hicieron


En esos tantos sucesos similares.


Que la gran ciudad es a la vez un gran motivo,


La nieve en Central Park,


28 de diciembre,


El saxo en la esquina estuvo un poco triste


Y hubo también jubilados dando alimento a las palomas...



No recordaba, en cambio, la continuación, que ahora me emociona:



He querido decirte, te he contado


Que hundir la confesión en la trastienda del tiempo


Ya no es posible,


Ni la arrogante parábola,


Ni acaso la máscara del verso.



En esto pensaba yo mientras veía la figura de un Andrés Sorel mayor que sus contertulios, entre ellos y con la cabeza hundida entre sus manos. Este señor fue el propulsor de una de los intentos más interesantes de hacer buena prensa en el país, cuando fundó en 1984 el diario Liberación. Quizás ignoraba lo que Chomsky iba a escribir cuatro años después, en colaboración con Herman, en su libro Los guardianes de la libertad, cuando decía que uno de los filtros que ponían las empresas periodísticas estos años era "la envergadura, la concentración de la propiedad, la riqueza del propietario." Pero más bien pienso que no lo ignoraba, sino que trató de luchar contra ello. La rebeldía frente a lo establecido. Todavía eso nos motiva a algunos. A Andrés Sorel, no me cabe duda, también.



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Aún no he leído la novela, que comentaré aquí, para bien o para mal. Pero sí puedo adelantar que me parece muy interesante. No sólo porque es "la obra más ambiciosa del autor", según repitieron todos los presentes, sino porque el tema es muy atractivo. La guerra de Cuba. La manera española de afrontar la guerra contra varios centenares de insurrectos a los que no podían dar caza. Cuando en 1885 se levantan los rebeldes y ven los españoles que no es fácil acabar con ellos, deciden que el modo va a ser castigar a la población civil que los apoya y ayuda. Esto nos suena, ¿verdad? El general Martínez Campos decide que no le gusta la idea y renuncia a ello. Me agrada esta decisión, por lo que me toca. Martínez Campos era tío abuelo de mi abuela paterna, que falleció hace dos veranos, con noventa y tres años. En su lugar mandaron al general Valeriano Weyler, que ideó los campos de reconcentración. Hablamos del precedente de los campos de exterminio nazis, o los que los norteamericanos, posteriormente, hicieron en Vietnam. Otro hecho que se le ocurrió a Weyler fue una especie de Legión Extranjera, donde no importaba de dónde venías ni tu pasado, sino tu adhesión inquebrantable al ejército. Weyler es el protagonista, el antagonista es Manuel Ciges Aparicio que clandestinamente enviaba a Francia sus crónicas del horror. Y lo continuó haciendo hasta que fue descubierto y encerrado. A la espera del consejo de guerra se decidió destituir a Weyler. Ciges Aparicio volvió a España tras pasar por varias prisiones donde se dedicó al periodismo y a escribir. Sonreí cuando se dijo que fue el padre del genial actor Luis Ciges.


Todo ello contado por un Andrés Sorel que se adueñó del local con una prosa oral impecable, sin una sola nota, con una pasión por lo que hace que me hace augurar y desear un gran descubrimiento con Las guerras de Artemisa (editorial El Olivo Azul). Ya les contaré.

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Rafael
Rafael dice:
12/10/2011 12:24

No había leido esta nota y la verdad es que mejora con creces cualquier resumen que hubiera hecho un periodista. No lo digo por las alabanzas, tal vez excesivas, aunque agradezco el exceso, sino porque es un buen resumen del acto, el cual envío a Andrés Sorel.
Un abrazo
Rafael de Cózar

Rafael Suarez Placido
Rafael Suarez Placido dice:
12/10/2011 18:19

Quizás sea cierto que nunca imaginamos el bien que hacemos en algunas personas con nuestros textos. Y uso el plural por no resultar aun más excesivo. Me gusta te haya agradado. Espero que a Andrés y a Pisco también.
Un abrazo