CCXLVIII

No sé si existen las palabras,
si hay algo detrás de ellas
o si son espejismos
que nos mantienen aturdidos.
Pero es igual.
Necesito ser claro.
Necesito que entiendas lo que escribo,
que sepas que estos versos
están escritos para ti,
que existen
para que tú los leas.

A veces no he sabido
si eres tú o soy yo quien los escribe.
Manaban de la fuente
que un día inventamos
robando horas al sueño,
pero ese día ya está lejos,
y esa fuente está seca.

¿Y tú? ¿Dónde estás tú?
Dime dónde estás tú.

Los días de escritura
han sido los peores de mi vida.
Peores que cuando leí, hace seis años,
que no merecía ni una explicación.
Peores, incluso, que cuando fui notando
que te habías rendido,
cuando te diste cuenta
de que eras invisible,
cuando supiste
que te habían vencido
unas violetas asesinas.

Sí, fueron los peores días
y nadie lo notaba.
Salía a trabajar y nadie lo notaba.
Salía con amigos y nadie lo notaba.
No es agradable sentarse a leer
lo que has escrito
y sentir que algún día
todo se acabará
sin que nadie lo note.

Necesito ser claro.
Necesito entender lo que te escribo.
Algunos pensaban que sí era divertido,
que sólo era una pose,
que podía dejar de escribirte
y continuar la diversión en otro sitio,
en buena compañía,
y compartir la vida
tomando unas cervezas.
Y volver luego a casa.
Pero ya no tomo cerveza
y también he dejado
de compartir la vida.
Ahora sólo es importante ser claro
y que me entiendas,
que al menos tú me entiendas.

¿Y tú? ¿Dónde estás tú?
Dime dónde estás tú.