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After Life



Hacía unas horas que había muerto.
Allí mismo se lo comunicaron.
No supo qué decir.
Silencio y dignidad.

¿De qué sirve ahora la dignidad?

Le preguntaron:

¿Cuál ha sido el instante de su vida?
¿Qué momento desea que perdure
en su memoria
toda la eternidad?

Precisamente aquí
hubo un corte en la cinta.
La copia nos salió defectuosa.
Ori me acarició la mano.
Tumbada en el sofá,
la cabeza apoyada entre mis piernas.
Me preguntó:

¿Y tú qué momento te quedarías?
¿Qué momento querrías vivir para siempre?

Yo pensaba que lo que me gustaba
era jugar con su pelo alborotado
y también me gustaba esta película.
After life: Después de la vida,
de Hirokazu Kore-Eda.
Volvió a correr la imagen.

Aquella señora recordaba un terremoto.
Tenía sólo nueve años
y vivía cerca de Tokio.
Un grupo de madres con sus hijos,
a los que nunca había visto
ni nunca más vería,
se encaminaron a ponerse a salvo
sin saber dónde iban.
Cuando llegaron
a un lugar más seguro,
los niños se pusieron a jugar
con cuerdas y bastones de bambú.
Aunque estaban muy cansados eran niños.
Al anochecer comieron bolas de arroz hervido
y durmieron al raso.

Aquel era el momento que quería
evocar para siempre.

Yo seguía jugando con su pelo.
archivado en:
rafaleon
rafaleon dice:
26/09/2011 09:29

No sé, Rafa, si este poema será bueno, regular o malo -no es lo mío la crítica, no-, pero si puedo decir que me ha encantado.

Abrazos.

Rafael Suarez Placido
Rafael Suarez Placido dice:
26/09/2011 11:12

Gracias, Rafael, uno no pretende convencer a ningún crítico de nada, sino llegar a algunos lectores.

Un abrazo.