31 de agosto
Es 31 de agosto: un buen día para retomar este conjunto de escritos nunca del todo apagado. Pero el verano en Sevilla no es el mejor tiempo para la dedicación al mundo. Uno termina encerrándose en sí mismo y ocupándose de sus dudas y sueños y susurros. Este verano he estado en Asturias y en Sanlúcar de Barrameda. En Asturias acompañado de la lluvia que nunca me molesta y de algunos de mis mejores amigos. La primera parte del viaje en la visita que hacemos cada año unos amigos a la zona de los Picos de Europa. La segunda parte del viaje me quedé cerca de Oviedo, en Tudela Veguín, en la casa de José Luis Piquero y Eva Vaz, abusando de su hopitalidad y compañía siempre grata, incluso a altas horas de la madrugada, cuando entre ambos tenían que arrastrarme para llevarme a la cama. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Los paseos matutinos, las visitas a Oviedo y Gijón, algunos amigos a los que pude ver y otros a los que no fue posible... Sanlúcar es la Asturias del sur. No se parecen en nada, claro, pero se come, al menos igual de bien y también es posible encontrarte amigos que no esperas y hablar de libros y de películas que tenemos que o que hemos visto.
En Sevilla es posible creer en los milagros. Uno se encuentra a tipos como Javier Sánchez Menéndez y se pregunta: ¿dónde estábamos antes? ¿Por qué no nos conocíamos? Vidas que se cruzan, que pasan por el mismo sitio a distintas horas, hasta que al fin se encuentran.
El cielo está nublado. Parece que va a llover. Uno de los libros que más me ha interesado estos días ha sido La teoría de las nubes, de Stéphane Audeguy, publicado en España en 2006 por El aleph. La historia de un japonés, Akira Kumo, y una francesa, Virginie Latour, que encierra mil historias en una. Todas son historias de las nubes, que siempre están ahí y nunca nos fijamos en ellas demasiado. A mí me pasa como a Virginie Latour:
Entonces advierte un sentimiento que conoce muy bien, que le gusta y le irrita al mismo tiempo: cuando le hablan de algo, cuando mira un documental en la televisión sobre un escritor, cuando lee un artículo sobre un pintor, todo le parece interesante. Entonces se promete a sí misma que irá al Louvre o a Orsay, que visitará iglesias o castillos. Y luego, cuando ya está, cuando se queda a solas con lo que tanto le gusta a través de los demás, se queda ahí, en una especie de torpeza anodina, sin saber, sin sentir nada.
No siempre es así, claro. A veces se me abren mundos a los que empiezo a darles vueltas. Conocí La teoría de las nubes a través de un artículo de Rafael Reig. Suelo leer sus artículos en ABC, pero casi nunca suelo acabarlos. No terminan de interesarme. A veces, como esta, me sorprenden y me lanzo a la búsqueda del libro. A veces está bien, pero me cuesta olvidar ese reportaje en Página 2 tan lamentable, don dos autoras de best sellers, donde él aprovechaba para hacerse el graciosillo haciendo chistes sobre lo mucho que bebe.
Estoy escribiendo un libro de poemas.
Se cruzaron nuestros caminos por Gijón, seguramente. Tus comentarios sobre libros siempre interesantes. Qué bien saber que estás escribiendo un libro de poemas. Un abrazo muy fuerte.