"Una noche en la ópera", por Miramamolín, el Moro.
También puede espantar a las altas esferas de ciertos sindicatos (confío en que el apellido Bakunin no asuste a otros).
De lo que hablo es de que en Villafuentes de Perico se ha representado una ópera. Cuando mi amiguete el Vate Orate me lo anunció vía telesensorialmagneticoionizante con recepción acrisolada en el turboturbante mío, yo andaba cazando gañafotes por un desierto próximo al canal de Suez, que de algo hay que alimentarse en estas solitudes, y la noticia me interesó porque la ópera que se iba a representar era la llamada “Aída”. Es decir, que yo estaba en el ambiente (de localización, no del otro), aunque la historicidad del libreto sea otro cantar.
Ya he contado aquí que me gusta la ópera, de modo que manipulé cada pitorro del hipergorro para que, desde todos los ángulos posibles, me llegase la transmisión del musical suceso.
Suceso que, además, tenía mucho morbo para mí considerado a priori. Explico porqué partiendo de hechos acaecidos hace cincuenta años:
Por aquellas fechas empezaba la fama de una joven actriz italiana llamada Sofía Loren que, tras pequeños papeles en varias películas –incluida “Quo Vadis”-, obtuvo gran éxito con “La ladrona, su padre y el taxista”. Casi todo macho viviente se enamoriscó de ella y circularon chistes de toda clase sobre sus características físicas. Ello propició que se decidiese el estreno en España de una película anterior, precisamente una filmación de la ópera “Aída” en la que ella ponía lo visible y la soprano Renata Tebaldi la voz.
Inmensas colas en los cines (única, casi, diversión popular de la época), llenazos absolutos y, según me llegaban noticias al túmulo, vaciamiento de los locales a los diez minutos de haber empezado la proyección. Cines hubo en los que el pase acababa con 4 o 5 espectadores. Oir a la Tebaldi viendo a la Loren con cara triste era demasiado para un público adiestrado en la contemplación de los jacarandosos y patrióticos ademanes de Antoñita Moreno, Juanita Reina, Antonio Molina y demás, máxime si a lo que había ido era a ver escotes y picardías a la italiana.
Por eso, recordando este antecedente, yo me preguntaba qué pasaría en el Gran Teatro de Villafuentes de Perico ante el estreno de “Aída” siendo así que las cuotas de audiencia en la tele de una serie con el mismo nombre son altísimas.
Pues veamos: lleno hubo, hasta en las filas destinadas “a protocolo”, lo que resulta algo desusado, aunque al comenzar el 2º acto ya se veían huecos, incluso junto al alcalde Perico lo que puede interpretarse de diferentes modos:
"¢ Al tal le huelen los pies,
"¢ El peloteo ya ha sido cumplido (hubo un fulano que, nada más verlo llegar, saltó como una pulga desde fila más que anterior para rendirle pleitesía),
"¢ En las filas del “protocolo” algunos se llevaron el chasco al comprobar que no era lo de la tele,
"¢ Etc…
Parece, pues, que el público gí¼erví ya va sabiendo discernir que una cosa es “Aída” ópera y otra “Aída” tele. Bien está. Y confiemos en que aunque sea poco a poco esa capacidad de discernimiento la vaya desarrollando en otros terrenos, verbigracia, que una cosa es hacer muchas fuentes y otra bien distinta gestionar adecuadamente los presupuestos; o que una cosa es socialismo y otra pesoismo; o que no es lo mismo democracia que aparatismo partidista; etc, etc.
¿Y de la ópera? Pues muy bien, mire usté, que cantaron espléndidamente –salvo el tenor, que andaba ronco, el pobre, y me tuvo en vilo todo el tiempo- y la orquesta sonó de gusto.
Decididamente, con un buen coro invocando al inmenso Ftha y una espléndida soprano a Isis se digieren mejor los gañafotes.
jijiji