M'PAíSA L-NAZARí AL-GHARNATI
Mi turboturbante multifunción telesensorial magnético ionizante, a veces, me gasta unas bromas que, si te descuidas -y por la ley del "filo de la navaja"-, pueden acabar en drama. Trabajaba el otro día en la búsqueda de documentos antiguos, por comparar ciertos rasgos de la grafía musulmana del Magreb con la de los emires andalusíes, usando la función TRTTP (To return to the past), cuando,
por haber dejado abierto el pitorro del sonido sin darme cuenta, una aguda carcajada me espabiló de golpe: era la atenorada, aguda, persistente y contagiosa forma de reir del que, en mi primera vida, fuera mi lugarteniente favorito: M'PAíŽSA L-NAZARí AL-GHARNATI . Pero lo gordo es que estaba ante mí, en forma holográfica o fantasmal, eso no lo sé de cierto. Pero allí estaba, con su inconfundible risa y el chispeo de sus ojillos. El tío.
Alguna vez lo he citado, sin decir el nombre, en estas páginas. Tampoco lo he descrito, ni he mencionado ninguna de sus gestas. Bien, pues me desquito ahora, que merece la pena. A ver si recuerdo bien, que han pasado más de 800 años cristianos.
Mediría aproximadamente un metro sesenta y tantos. Pelo negrísimo y ojillos a juego. Barba muy cerrada, pero siempre rasurada. Algo poeta y algo músico, tañía un laúd rarísimo, parecido más a lo que hoy se conoce por guitarra. Nació y creció en Gharnata y tuvo el acierto de casar con noble dama, de ascendencia judía, natural de Medina Lawsa, que fue su favorita de por vida y le dio muchos hijos (nunca le conocí concubina, pero tampoco era yo aficionado al cotilleo). Siempre le acompañó en sus viajes, incluso a la, por entonces, lejana Al-Mariyat en cuyo territorio realizó muchas conquistas, sojuzgó a muchos burracos y, cuando llegó el momento de su apogeo como emir, regresó a Gharnata con nuevas misiones que cumplir.
Nos conocimos en una razia a la Marca Hispánica y en un campamento cabe a Barcino sellamos nuestra amistad y le nombré mi lugarteniente por su acreditadísimo valor.
Lo demostró de mil modos, pero a mí me impresionó sobremanera la forma en que se enfrentó al lúgubre Doctor Tenebrus, un infiel de hirsuta pelambre y fautor de mágicas artes, cuando un día se permitió burlas estúpidas sobre el mujerío de Medina Lawsa, nación, como queda dicho, de su favorita. Quedó "planchatus" aquél Tenebrus y luego lo arrojó a un pozo.
Cumplió muchas misiones en Berbería, especialmente en Melilia y Sebta, cuyas guarniciones y comerciantes le guardaron infinito respeto por siempre. Quizá allí tomó contacto con filósofos al día de las corrientes más crípticas, buena muestra de lo cual, es el problema que nos presentaba siempre que tenía oportunidad:
Un sabio filósofo pasea por el campo abstraído en su comecocos por lo que no ve una profunda fosa y cae en ella. Grita pidiendo auxilio. Un campesino se acerca, se asoma y le mira. El sabio le dice:
- ¡Oh, probo hijo de Ceres! ¡Haz que tu bondadosa mano, henchida de altruista bonhomía lance una escala que permita a este siervo de Abraham recuperar la erguida posición que le corresponde!
- ¿Qué me ices?
- ¡Que me ices!, - responde el hundido.
- ¿Qué me ices?
- ¡Que me ices! - Y otra vez
- ¿Qué me ices?
- ¡Que me ices!,
Tras varios minutos de insistencia, el sabio filósofo abatido y el campesino cansado, éste llega a la única conclusión posible y así se lo hace saber al sabio:
- ¡Vaya una polla de comeación que estamos teniendo!
Alguna vez me contó que, estando en dichas plazas de Berbería, soñaba con un momento mágico en el que centenares y centenares de pequeñas barcas cruzarían el estrecho y que millones de muslimes ocuparían las tierras europeas convirtiendo al Islam a todos los infieles.
Fueron muy comentadas siempre en mi corte las excelentes relaciones de camaradería que mantuvo con otro emir, Al Lohlo Ibn Qarmuna Al-Gharnati, que vivió varios años en Córdoba. Ambos emires se entretenían celebrando justas al modo cristiano y no era raro que se hincharan un ojo de vez en cuando.
Hizo algunas razias por el llamado "camino de Santiago" porque yo le encomendé que reconociese el terreno para estudiar el modo de encerrar a los reinos cristianos en una tenaza.
Cuando, helado yo, mis leales me llevaron al túmulo es obvio que perdimos todo contacto. Por los chismes oídos y los papelorios que me llegaron, parece ser que sobrevivió a lo de Las Navas de Tolosa y que, andando el tiempo, se hizo cristiano y le dio por las iglesias. Quizá sus andanzas por el susodicho camino le sustituyeron una superstición por otra.
Al verlo ante mí, ahora, me apresto a preguntarle las causas, pero son tantas las cuestiones pendientes que dudo unos instantes y, sin querer, el cálamo del que me sirvo para los ejercicios de árabe literal pincha el turboturbante y todo se desinfla. Tengo que repararlo y otro día lo traeré.
De momento, que la paz sea con él.
¡Oh perenne, sabio y gran amdo Amín Al-Muminin!, también llamado Miramamolin. Desde mi Edén, rodeado de huries, vengo a dar testimonio de la veracidad del canto que me dedicas, así como de mi admiración hacia tu venerable persona. Y como Alá es grande y poderoso, ruégole te colme de felicidad espiritual y, también, de salud para tu puricado cuerpo.
Te lo desea, de todo corazón, L-Nazarí Al Gharnati.