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Pedro Verde Espacio



En un instante el cuadro sube y baja. Baja la gravedad y sube un personaje irreal, algo atolondrado, pero que impulsa lo que escapa a cualquier caída ilusoria. Puede ser blanco pero, en esencia, es verde lo que de la infinitud ha derivado mi mente. ¿Qué ven tus ojos? Unas frases inconexas que juzgas fruto de la locura de tu propia delimitación aburguesada.


Psicológicamente correcto, pues el verde nada en un mar blanco que sólo tú resecas bajo la insoportable academia adormecida en tu mirada. Pedro Verde quizá sea más correcto, pero tú y yo sabemos que la falsedad envuelve la consistencia del personaje.


¡Recoja el cuadro! Del punto, un solo camino has escogido. Aquel que constata el rayo de tu vista, el contacto de tus dedos. Pedro Verde se asemeja a la elasticidad del eterno retorno. El cuadro nunca cayó y, si lo hizo, nunca llegará al suelo.


El peligro del fin ronda la historia, pero eso sólo ocurre si has caído en la trampa del elástico. Arriba y abajo son dos dimensiones que esconden la amplitud del espacio infinito. Como blanco y verde.


Pedro Verde Espacio no es un nombre que resulte más extraño que cualquier otro extraído de un listín telefónico. Sólo le separa la partida de nacimiento: uno ha nacido en mi mente y el otro pertenece a la escuela realista. Es un poco soberbio y me agrada. La soberbia es real; el listín telefónico, no.


La franqueza ha muerto y el despiste impera en el caos. Pedro Verde Espacio oposita al orden. La mañana suena; así, alterado el sueño, las sábanas son expulsadas de la cama. Pedro Verde Espacio ya no puede. El cuadro yace en el suelo hasta...