Salvador Allende
El retrato de Allende fue el primero de mi dormitorio y, cuando mis padres me preguntaron quién era, yo, para ahorrarme problemas (mis padres y yo siempre hemos pensado distinto en política), dije que era Augusto Roa Bastos (y es verdad que hay un parecido). Hasta que un día vino mi abuelo Manuel, ese hombre sabio, y entró en mi cuarto y dijo: Hombre, Salvador Allende...
Mi abuelo sabía muchas cosas y era un hombre ecuánime. Me encantó que reconociera a la primera a Salvador Allende.
Hoy, después de mil años, he vuelto a ver Missing, una de las mejores películas de uno de mis directores favoritos, Costa-Gravras. Y ha vuelto a mí el recuerdo de Salvador Allende, probablemente uno de los pocos grandes personajes de la historia de la humanidad. Leí todas las biografías, leí todos los libros, leí todo. Con sus luces y sus sombras, Allende ha sido un ejemplo que podría servirnos hoy. Lula lo ha seguido. No ha llegado tan lejos pero sirve para el caso. Han pasado veinticinco años y mi admiración por Allende sigue siendo la misma.
No idealizo a nadie. En realidad los años me han provisto de esa costra que algunos llaman sabiduría, otros realismo y otros "pa mí toos iguales y no me creo ná de ná, asín que me voy a hacer escépticon, pero ojo que yo no, que toy orgulloso de ser de la clase media culta y doy la clases na universidá, pero sobre todo escribo y tengo una jartá de novela".
He pensado que me haría bien volver a colgar un retrato de Allende en mi despacho. Daño no haría. Actualmente tengo fotos de amigos: Rakel, Juan, Martín, Mime, Judith, Pelayo... Yo, como Amory Blaine, como Scott Fitzgerald (el puto y jodido Scott Fitzgerald), como Josep Carles Laínez, como Manuel Vilas, como Eva Vaz y Rafa Suárez y Fernando Beltrán, como toda la gente que me interesa un poquitín, no he pasado por la posmodernidad, así que creo en los grandes relatos, creo en la amistad a muerte, creo en el compromiso, creo en la propia responsibilidad sobre todo lo que hacemos, creo en la honradez, creo en la sinceridad, creo en el heroismo. Por tanto creo en las cosas simbólicas y en las grandes causas. Porque aún hay grandes causas. Así que voy a volver a poner en mi despacho una foto de Salvador Allende. ¿Por fetichismo? No. Porque ha habido grandes hombres, hombres nobles, y son aún un ejemplo. Para que no se olviden en estos tiempos en que relucen los sórdidos papas y los aún más sórdidos señores del dinero.
Salvador Allende, presidente de Chile. Pudo ser. Todo queda dicho.
"...creo en los grandes relatos, creo en la amistad a muerte, creo en el compromiso, creo en la propia responsibilidad sobre todo lo que hacemos, creo en la honradez, creo en la sinceridad, creo en el heroismo". Conserva esi credo. Ye'l meyor que conozo.
Un abrazu.