Nuevas traducciones: London, Twain
Algunos ya lo sabéis: mi trabajo como traductor me encanta y estoy casi tan orgulloso de mis traducciones como de mi propia obra. Últimamente trabajo sobre todo (pero no exclusivamente) con la editorial Navona y soy feliz haciendo lo que hago. Toda una escuela de literatura con Jack London, Francis Scott Fitzgerald o Erskine Caldwell como maestros. La lista completa la tenéis en la sección "Biografía" del blog. Este otoño también aparecerá una traducción poética, la de la obra de Xandru Fernández, en la editorial Trea.
Y hablando de Caldwell, también me ha llegado un Caldwell nuevo que estoy deseando devorar, El predicador, una novela editada igualmente por Navona y que estaba inédita en España. Sólo lamento que no me la encargaran a mí (pero no me quejo: sigo con la gran Edith Wharton).
Sobre el oficio de traductor podría hablar horas y horas pero de momento os dejo con una penosa anécdota que tiene su lado chusco. En una ocasión me tocó traducir a un autor contemporáneo, Arthur Miller, al asturiano. Lo hice y quedé muy satisfecho con el resultado. Para rematar, ese mismo año le dieron el premio Príncipe de Asturias de las Letras y se anunció su visita a Oviedo. Yo estaba exultante: ya me veía colegueando con él, como su traductor al asturiano, hablando de literatura, estrechando la mano que había acariciado a Marylin Monroe. Y entonces me llama el editor y me comunica que "ejem, ha pasado algo, ejem, ahora te cuento": se habían "olvidado" de pedir los derechos. Un despiste, lo típico que se deja para luego. Es decir: ¡la edición era pirata!
Miller vino a Oviedo y se paseó con Woody Allen (a quien le habían dado el premio de las Artes) por el casco antiguo, donde hay algunas librerías. Y en todos los escaparates, al lado de otras obras suyas, mi versión pirata de Death of a salesman. Yo quería romper el cristal y llevarme todos los ejemplares. Ni que decir tiene que no hice el menor intento de ser presentado al dramaturgo. Con lo mirados que son los americanos para eso de los derechos...
Al año siguiente Miller murió y ya no pude estrechar esa mano bendecida. Espero que su agente no lea mi blog.
Ahoj, seguro que le salta la alarma al manager del finado.........
Besinos, Ra