Lo que no debe hacerse. Fragmento de unas memorias inéditas (VIII)
No sé cómo surgió el juego. Éramos tres hombres y dos mujeres. Por turnos, debíamos escoger a dos personas del grupo con las que besarnos a tres. Fuimos perdiendo la vergí¼enza y se dieron todas las combinaciones posibles. En un bar y con gente. No nos importaba. O sí: eso lo hacía aún más erótico y morboso. La desvergí¼enza y el exhibicionismo ponen sal a esta clase de guisos. Por otra parte, besarse con dos personas es siempre una sorpresa y un regalo, produce descargas en la piel. La noche siguió, se fue uno. No sabía lo que iba a ocurrir o se hubiera quedado. Y en ese momento los demás tampoco lo sabíamos, lo juro. Quedábamos dos y dos. Eran las tantas. Z. dijo: "Vámonos a nuestro hotel".
Y aquí empieza la parte chusca. El portero de noche casi se echó las manos a la cabeza. Dijo que no podía ser, que de ninguna manera, que la habitación estaba pagada para dos. Pero, hombre, le dijimos, si sólo vienen a que les demos unos libros. Nada, él obedecía órdenes, no era cosa suya. Nosotros: No querrá usted que les tiremos los libros por la ventana. Era sudamericano, amabilísimo como todos ellos, y no supo tener la suficiente firmeza. El caso es que acabamos subiendo.
Estábamos los cuatro algo cortados, esto también suele ocurrir llegado el momento. O mejor: los tres. Porque Z. entró al baño y salió con una camiseta, sólo con la camiseta, lo que no dejaba lugar a dudas. Apagamos una luz y a partir de ahí resurgió la atmósfera. Entonces... tout melangé. Aunque de forma inconsciente, desde el principio tendimos a crear parejas dispares: Z. y L. en una cama, M. y yo en la otra.
Es de M. de quien quiero hablaros. Es hermosa hasta el desconsuelo. Es perfecta. Yo la miraba y no podía creerlo. Antes le había dicho que era el vivo retrato de Emmanuelle Seigner, con sus mismos ojos soñolientos y poéticos. Desnuda, me deslumbró. Me he mirado en ese cuerpo como en un agua transparente, y me hizo hermoso, a mí, que soy feo pero amo la vida y la perfección. Ahora conozco ese cuerpo casi como el mío. Me dejó una señal en el cuello, que yo le pedí, mi pequeña vampira. Esa señal se borrará pero sólo esa señal. Y no me he enamorado de ella porque no debo.
Pero me gusta hacer las cosas que no debo.
Ahoj,
buenos prolegómenos para celebrar un San Valentín SANGRIENTO............
Besinos, Ra.
Pd. Con la nieve del Naranco no se encuentran los rulos. S O S.