Lana
Lana se cree perro. No sé qué ejemplos ha visto en la vida pero sus nociones de lo que es ser gato son bastante elásticas. A despecho de los de su raza, ella viene cuando la llaman, le gusta la compañía, acepta lo que le dan sin exigencias aristocráticas, es obediente, es dócil y no exige atención, aunque la agradece. No desdeña a sus amos (que no la desdeñan a ella) ni los deja mal. Aunque se vende a las caricias de cualquiera, si su amito la llama viene pasando por encima de quien sea.
No ha hecho daño en su vida. En eso es mejor que muchos seres humanos. No hace sino dar calor y pedirlo. No protesta nunca, tiene la precaución de no ser molesta. Está a gusto en el lugar que le ha tocado y nos quiere y es querida. Ahora bien, de tonta no tiene un pelo: es una estratega, y hace bien, y sabe cómo obtener lo que quiere. Pese a todo lo escrito, ella manda.
Estábamos destinados. Cuando fui a la Protectora en busca de un gato, un sádico funcionario señaló una jaula en la que había treinta o cuarenta y dijo: "Entre y coja el que quiera". Diez minutos después, yo parecía un ecce homo: sangraba por todas partes y parecía un campo recién trillado. Ni uno sólo de aquellos gatos se dejó coger, dejando muy clara (grabada en mi piel) su protesta ante mis intentos. Y entonces apareció Lana y empezó a frotarse contra mis piernas. Nos reconocimos.
Mientras escribo esto, ha venido ronroneando, se ha puesto panza arriba y, en suma, ha desplegado todos sus trucos de actriz barata. Tengo que dejaros: Lana pide mimos.
Ahoj,
¿teneis gata nueva?.................
Besinos, RA