Granujas a todo ritmo

Bueno, parece ser que no tengo que contar nada sobre Anne Germain porque El Mundo en su dominical ya la puso en su sitio el pasado domingo y ahora todo el mundo se ha enterado, salvo los irredentos. Constato mi sorpresa ante el hecho de que un medio de ese calibre haya tardado tanto en caer de la burra y se haga eco ahora de cosas que se llevan años contando en los blogs escépticos y en todas partes donde alguien quiera oirlas. Y destacar mi pasmo ante el detalle de que la califiquen como "médium fraudulenta", que es como decir "ladrón no honrado". ¿Es que hay ladrones honrados y médiums auténticos?

Así que, cumpliendo nuestra promesa, nos ocuparemos sólo de Sandro Rey. Este es un pájaro más cutrecillo, con un programa en un canal de saldo, donde se dedica a engañar a las señoras leyéndoles el futuro y dándoles el número premiado de la lotería, para que salgan de pobres. Llama una mujer a la que previamente las telefonistas le habrán extraído todo tipo de datos (que le pasan a Sandro por el pinglanillo). Tiene 70 años y pregunta por su salud y por el dinero. A partir de ahí, yo podría decirle lo mismo que le dice Sandro Rey: problemas de circulación en las piernas, dificultades económicas, etc. La presentadora y compinche de Sandro, una individua de aún peor catadura moral que él mismo, amplifica estos aciertos y finge asombrarse de su clarividencia. Él se limita a deducir cosas a partir de lo que la incauta le cuenta, y siempre acierta (se llama lectura fría). ¿Preocupada por el hijo, verdad? Lógico, está en paro, como todos. ¿Problemas de colesterol? Pues a ver. La veo preocupada por algo (si no, no llamaría). En fin, para qué seguir. Últimamente se moja mucho y da los números de la lotería premiada. Me pregunto por qué siguen haciendo el programa y trabajando todos esos, desde Sandro hasta la compinche, pasando por el cámara y el realizador, cuando te dan el número premiado tan fácilmente.

Yo veo el programa en noches ociosas para reirme. Pero la risa me dura poco. Enseguida se ve el perfil de la gente que llama: suelen ser mujeres muy mayores, de extracción muy humilde, creyentes en todo, con achaques, con preocupaciones familiares. Los problemas que tienen los deduzco yo igual que los deduce Sandro Rey. Él no se tendrá por un estafador. Supongo que ha desarrollado su cortina de protección y se considera alguien que da consuelo. Nadie se forra diciéndose a sí mismo: soy un puto estafador. Bueno, alguno habrá, pero la mayoría se han provisto de una coartada moral. Sin embargo, el hecho es incontestable: estás sacándoles los cuartos (atención al precio de la llamada y no quiero ni imaginar cuánto tiempo las tienen en espera) y sabes que te estás inventando lo que les dices. ¿Puedes dormir por las noches?

Tengo amigos que le quitan importancia a estas cosas. Dicen que cada cual puede creer en lo que quiera, que es la España cañí, que siempre lo ha habido... A mí me jode pensar en estos canallas saqueando el dinero de pensiones ínfimas y aprovechándose de la incultura y la ignorancia de la pobre gente desesperada. Esto es, a escala más pequeña, estafar, tanto como venderte un coche sin motor o un piso que no existe. Si por estas cosas iría uno a la cárcel, ¿cómo puede hacerlas este hombre (y los demás) públicamente y con total impunidad?

Como dice Ricardo Campos citando a Luciano de Samósata, "odio la fanfarronería, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores". Tantos siglos después, la actuación de esos tipos está de lo más vigente. Nos creemos todo. ¿A alguien le extraña que nos manipulen los políticos como les da la gana?