Imaginad que alguien intenta venderos un piso o un coche que no existe. ¿Cómo le llamaríais? "Estafador" sería la palabra más bonita. Pues una jueza ha condenado a un catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha por calificar de esa forma a los organizadores de un seminario espiritista que, contra toda lógica, se llevó a cabo en una sala de dicha institución. No es la primera sentencia sorprendente que se produce en temas como estos. Hace unos tres años, un juez condenó al periodista Luis Alfonso Gámez por considerar que lesionaba el honor del conocido vendedor de sopa Juan José Benítez por decir que en su programa "Planeta encantado" falseaba y tergiversaba hechos con toda desfachatez, como efectivamente hacía. Entre otras cosas, Benítez situaba a Jesucristo en el Coliseo de Roma (que se construyó varios años después de su muerte), afirmaba que el hombre convivió con los dinosaurios o presentaba como pruebas inéditas del hallazgo en la luna de ruinas extraterrestres un vídeo elaborado por una productora vasca, todo esto entre otras muchas lindezas. Mentir con dinero público no es delito. Denunciar esas mentiras y calificarlas con los términos que corresponden, por lo visto sí.
Este fin de semana he tenido niñas en casa y he aprovechado para hacer un poco de pedagogía y barrer de sus mentes algunos fantasmas y algunos ovnis y algunos vampiros. Como suele ocurrir, las niñas han demostrado más seso que algunos adultos, incluyendo jueces.
Cero comentarios. A este cero me apunto yo: salvador del psicoanálisis y del pensamiento crítico. Veamos al crítico, ya que el pensamiento está jodido: cada vez se piensa menos. Pues yo este fin de semana no estuve con las niñas, pero sí pasé diez días en el sur, mareando al viento: le leo poemas y se calma. En esta ocasión le recité entero el Romance a la Guardía Civil de García Lorca: ...Rosa la de los Camborios, gime sentada en su puerta/ con los dos pechos cortados, puestos en una bandeja... Luego estuve mirando si por un casual los cimientos de Castilnovo habían sufrido daño de los especuladores del paisaje. Y no, en El Palmar tan solo encontré a una muchacha empapada de agua que pedía socorro: subió la marea, ¡qué temporal y la playa quedo intransitable: prohibido llegar andando hasta Coníl. No hay derecho. Le dejé mi chaqueta de cuero. Castilnovo resiste: encontré "orejitas de mar" en la arena. Pero no hablaban ni de ti ni de mí. Y después Diego en su "Galeón" me puso habitas con chocos. Casualidad que habitas y orejitas sean lo mismo. Besos de sal.