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Enésimo diario de Islantilla

Los días se suceden con sol y un cielo inmensamente azul: el mejor narcótico para el mal du monde. Ya hace hasta demasiado calor (para mí nunca demasiado). Me levanto tarde, jamás antes de las 10, me entretengo leyendo a Flaubert y releyendo a Buero (decepción), trabajo todo el día hasta las tantas, incluso después de cenar. Me noto febril: es la primavera. Caliente y lleno de deseos. Mi estado natural. Tengo todos los deseos y ni un sólo franco, dijo un poeta francés cuando el camarero del Café le preguntó qué deseaba. Estoy moreno como un macarra de playa, pero sin macarra. Lleno mis libretas de apuntes de poemas y retraso a propósito escribir poemas. No hay prisa: estarán ahí. Me hago preguntas, me inquieto...

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Leo En nombre de Dios, de David Yallop, un ya antiguo y documentadísimo ensayo de investigación que especula con la posibilidad de que Juan Pablo I fuera asesinado. Lo mejor del libro es la minuciosa descripción de los chanchullos financieros del Vaticano, el cual, bajo la dirección del obispo Paul Marcinkus (con la bendición de Pablo VI y luego de Juan Pablo II), lavó dinero sucio de la mafia, desvalijó a más no poder, invirtió en empresas que fabricaban armas y anticonceptivos y se lucró groseramente a costa de los de siempre. Un montón de suciedad que, por cierto, sigue sin ser barrida. En cuanto a si Juan Pablo I fue asesinado o no, yo no digo nada, pero Yallop aporta pruebas bastante convincentes de que así fue. Era una amenaza tan grande y había tantas personas influyentes ansiosas de eliminarle y con tan buenas razones que, si no lo mataron, hay que decir que tuvieron mucha, mucha suerte de que se muriese solo.

¿Verdad que Luciani caía bien? Pues aún más tras leer su semblanza en este libro. Algún papa tenía que gustarme; alguno no habrá ido al infierno.

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Y por cierto, uno de los autores favoritos de Juan Pablo I era Mark Twain y yo estoy dando los últimos retoques a mi traducción de una novela suya, El forastero misterioso, que publicará a no tardar la editorial Navona. Lo cual dice mucho del talante de Luciani, porque Twain era un subversivo y un profundo (por buenas razones) anticlerical, pensamiento que en esta novela brilla en todo su esplendor. Pero seguramente Twain hubiera aprobado a un cura como Luciani.

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Nana está estresada porque la llevamos al veterinario. Así que escribo con ella en el regazo, para relajarla, o para relajarme yo. Me tomo una copa de vino porque me da la gana.

Que no falten el sol, las gatas, las lecturas, los poemas, el deseo...
Tomas Rivero
Tomas Rivero dice:
26/02/2011 21:00

Yo (ignoro quién es yo) me suelo levantar sobre las seis y media de la mañana. Esta diferencia es fundamental (ignoro que es fundamental) para que yo me lleve de puta madre con mi hada madrina, y tú te lleves de puta madre con tu ángel de la guarda.

Un día Lenin harto de intentar convencer a un simpatizante (ignoro qué es un simpatizante) de las diferencias que determinan las desigualdades, se echó mano al bolsillo y le espetó al fulano:
.-Venga. Saqué usted la mano del bolsillo y muestre su dinero. Yo tengo esto, dijo Lenin. Y Vladimiro sacó un puñado de monedas, como un puño cerrado envuelto en calderilla, y mostró la palma de su mano, que es al fin y al cabo en lo que se convierten todos los puños cerrados. El "fulano" en cambio, sacó encerrada en su mano, un buen pellizco de billetes. Una vez mostradas ambas manos, Lenin dijo: "Ve usted por qué no nos ponemos de acuerdo".

Jose, que no te falte nada de lo te rodea. Tan solo falta una cosa: que rompas el carnet de Izquierda Unida y salgas al sol y grites: ¡¡...y una mierda...!! (Claro que yo sé, porque lo sé, que tú no tienes carnet de Izquierda Unida. Los carnets se quedan para los sectores "obreristas") Además, la figura del carnet es algo obsoleto.

Y para el estrés de la gata, cómprale un ratón. Un ratón de verdad, de carne y hueso. Pero eso sí: que nunca consiga cazarlo. En eso tendrás tú que echarle una mano. Al ratón.

Una vez tuve un gato, y el cabrón se zampaba todos los ratones y todos los gorriones de mi patio. Lo de los gorriones se lo perdonaba. Pero lo de los ratones no. Los ratones y yo éramos amigos. Un par de ellos compartíamos la comida: comían en mi mano. Y venia el gato y zas! se los zampaba. Un día dije no. No hijo no. Los ratones son mis amigos, no te los puedes zampar. Después de varias reuniones, de quién le ponía el cascabel al gato, los ratones y yo conseguimos echar a la puta calle al gato. Se fue con mi abuela Agustina Duarte Muriel, que tenia una ventana orientada al sol y eso es lo que hacía el gato: tomar el sol. Mi abuela lo miraba y decía preguntándose: "...Y ese gato?" Y le daba de comer. El gato miraba a mi abuela y decía,sin preguntarse: ¿Y esta abuela? Y seguía tomando el sol.

Besos de ocio. Creo que lo comenté aquí una vez. En 1978 los "troskos" de Móstoles hicimos una campaña de pintadas, y entre otras llenamos la ciudad de: "Abajo el trabajo, ocio permanente". Los comunistas del PCE, hoy Izquierda Unida pusieron el grito en el cielo. Lo mínimo que nos llamaron fue fachas. ¿Su "lógica"? Estábamos a favor del paro. Y un hombre de izquierdas debería aspirar (ignoro que es aspirar) a trabajar. A procurar trabajo a la población.

Unos añitos después parece ser que estamos peor que entonces. Los trabajadores quieren más trabajo y más y más y más. Tan sólo tú lo has entendido organizándote el trabajo a través de los latidos de tu corazón o a razón de tus biorritmos.

Besos de placer y ocio.

Jose Luis Piquero
Jose Luis Piquero dice:
26/02/2011 23:10

Ventajas y desventajas de organizarse el trabajo: son las 21:55 y acabo de dejar de trabajar... por ahora.
No tengo nada contra el ocio. De hecho, soy partidario. Mientras me dejen a mí trabajar.
Un abrazo para ti para tu hada madrina.