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Dos seres humanos

Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad y bla bla bla. Pues yo conozco a tres o cuatro hijos de puta que ni buena voluntad ni leches. Alguna vez se me pasó por la cabeza abrir en este blog una sección que se titulase "Cabrones diplomados" o algo así, más que nada para los amigos que me acusan de practicar el buen rollito a mansalva. Consistiría en contar sin nombres las andanzas de gente mala que conozco. De una maldad pequeña, mezquina. Nada de asesinatos. Casi más peligrosa que una persona violenta es esa persona que hace un daño imperceptible, cotidiano, casi doméstico.

En vez de eso, y para seguir con el buen rollito, me apetece contar andanzas de gente buena. Y no por la Navidad y su empalagoso bonismo: como homenaje a dos o tres desconocidos. Supongo que todo el mundo tiene anécdotas que contar (serán bien recibidas). Ahí van un par de ellas mías.

La primera sucedió en Lebrija, un pueblo de Sevilla en el que Eva y yo nos detuvimos una tarde a tomar algo. Aparcamos el coche y recorrimos las calles hasta recalar en una plaza y sentarnos en una terraza. Y a la hora de marchar no encontrábamos el coche.

Al principio tenía gracia y nos reíamos. Dimos un montón de vueltas. Empezaba a anochecer y la cosa ya tenía menos gracia. Habíamos aparcado en el primer sitio que vimos sin fijarnos dónde ni tomar ninguna referencia. Dejé a Eva de nuevo en la terraza y me fui de exploración. Las horas iban pasando y la situación era mitad grotesca mitad angustiosa. Ya no sabíamos qué hacer. En la mesa de al lado había varias parejas con niños. Notaron nuestra inquietud y nos preguntaron qué pasaba. Se lo explicamos algo avergonzados.

Voy resumiendo. Uno de los tipos de la otra mesa se ofreció a ayudar. Me monté con él en su coche y nos dedicamos a recorrer el pueblo, que es bastante grande. Mis referencias eran muy vagas (había una cuesta, había un chalet...). La búsqueda en coche duró no menos de una hora, durante la cual el hombre no dio la menor muestra de impaciencia ni enojo. Finalmente, casi por casualidad, a fuerza de dar vueltas, apareció el coche, ya bien entrada la noche. El tipo no aceptaba agradecimientos. Había sido un placer echarnos una mano.

Segunda anécdota (y perdón por extenderme). Nuevamente el desastre que somos Eva y yo. Para no alargarme, perdimos el tren a Sevilla y nos encontramos en la estación de Chamartín sin dinero para otro tren ni para pasar la noche (un problema con las tarjetas que no hace falta detallar). De pronto estábamos a la intemperie, enmedio de una cola inmensa de gente que intentaba también buscar un enlace, sudando bajo un calor infinito, cargados de maletas y sin saber qué hacer.

En eso, la chica que estaba detrás en la cola se dirigió a nosotros. Dejadme decir (y no estoy adornando la historia) que era una chica alta y guapísima, casi espectacular, que muy bien podría ser modelo, aunque por su atuendo parecía una alta ejecutiva: el prototipo de persona que va a lo suyo y no mira a su alrededor. Pues bien, ella había oído nuestra conversación y visto la angustia en nuestras sudorosas caras. Dijo que si necesitábamos dinero ella nos lo prestaría. Cincuenta euros, cien... ¿cuánto necesitábamos para salir del apuro? Le dijimos que no hacía falta, que probaríamos con otra tarjeta o buscaríamos socorro por teléfono, etc. En nuestro aturdimiento, apenas acertamos a darle las gracias. En fin, la dejamos en la cola, la otra tarjeta funcionó, conseguimos tren y bla bla bla. No volvimos a verla.

¿Qué lleva a alguien a levantarse de su mesa, en la que está con su familia y amigos disfrutando de su tiempo libre, y dedicar una hora a ayudar pacientemente a un desconocido lo bastante gilipollas como para no saber dónde ha aparcado el coche? ¿Por qué alguien prestaría dinero a dos personas a las que no conoce de nada, sin saber si se lo devolverán o se reirán de su candidez (y aquí no importa si tiene mucho dinero o poco)? Se podría decir que tampoco fue para tanto: no arriesgaron sus vidas, no hicieron heroicidades. OK. Se llama empatía, ponerse en el lugar del otro, ofrecerse. Eso es insólito, tal y como son las cosas. ¿O no?

En las mismas situaciones que he contado, ¿cuántos pasaríamos de todo e iríamos a lo nuestro?

Sólo sé que daría lo que fuese por tener la dirección del hombre y de la chica. No sé qué les diría. Que me reconciliaron con el mundo, que son mejores que yo. Que a veces el mundo está en orden.
archivado en:
Manuel Gualda Caballero
Manuel Gualda Caballero dice:
24/12/2009 02:22

Por fortuna, siempre ha habido buenas personas. Si no, este mundo sería insoportable. Abrazos, Manuel

Santiago Bertault
Santiago Bertault dice:
24/12/2009 11:28

Muy enternecedor. Pero sigo esperando un poco de sangre y que hables de cabrones.
Pienso que hay mucha gente como esas 2 personas en este mundo, el problema es que los hijoputas destacan mucho.
Un abrazo

Olga B.
Olga B. dice:
24/12/2009 14:35

Qué curioso. Pareces disculparte ante tus amigos por dedicar una entrada a lo único que hace más soportable la vida: la buena voluntad de la gente. Es lo único que no me gusta del texto, aunque te refugies en un cierto sentido del humor, escepticismo y bla, bla, bla;-)
A mí me da grima el buenismo o bonismo o como se diga, pero el canallismo porque sí me aburre, que es peor. Ya decía no sé quién que en esta vida se puede ser todo menos un coñazo. Yo diría que se debe. Es mi manera de preocuparme por la cuestión moral. Y tal y como están las cosas, tengo muchas preocupaciones. No hay Dios que se atreva a hablar de lo que quiere sin blindarse de algo contra alguien, todo está lleno de "por si acasos". Yo procuro no hacerlo, pero tal vez también lo hago. Al menos tengo la intención de que haya buen rollito hasta que es imprescindible que haya otra cosa. Me encanta ser amable y que lo sean conmigo, y sólo me cabreo cuando me cabrean. Mi abuela, una santa, decía que el dinero y los cojones son para las ocasiones.
Dicho esto, me ha gustado mucho, como siempre, leer tu entrada. Me gusta cuando cuentas cosas tuyas, lo haces realmente bien. Lo que más gracia me ha hecho es que a mí me pasó algo parecido a lo tuyo con el coche, pero con la ropa en una playa oscura una noche de verano. Y sí: como la buena voluntad de las personas no hay nada. El recuerdo me reafirma la preocupación moral que rige mi vida. Pero tengo su teléfono y hasta lo tengo viviendo en casa, je. Soy una exagerada, como bien se ve por la extensión del comentario.
Un beso y feliz Navidad.

Amaranta
Amaranta dice:
24/12/2009 16:05

Pués yo opino, que hay en el mundo más gente buena que mala. ; lo que pasa que estos últimos son más llamativos.
Luego hay un grupo muy muy numeroso, de gente pasota, que ni lo uno ni lo otro, van a su bola.
Yo recuerdo 2 momentos : primero el malo: una cola enorme pa coger el bus, yo con um embarazo enorme, le digo al de alante que voy a sentarme y que me guarde la vez para cuando toque subir; cuando llegó la hora , al irme a reincorporar a mi fila el de atrás que no se había percatado de que estaba sentada, pensaba que iba a comerme ! ( semejante sinverguenza, viendome como estaba ); ahora el bueno: que paren los coches en el paso de cebra ! y me dejen pasar, porque me atropelló el otro día un coche y me aplastó un pie , en un paso de cebra ! y voy con muletas ( se lo agradezco por la vida ) . Qué curioso, y hablo siempre de pasos de cebra !

Jose Manuel Benitez Ariza
Jose Manuel Benitez Ariza dice:
24/12/2009 16:15

Yo siempre he dicho que no es tan fiero el león como lo pintan. Pero, en fin, no me regodearé en la herida: estas anécdotas, de las que todos podríamos contar algunas, son el mejor salvavidas cuando uno constata lo contrario: la insondable negrura de la naturaleza humana. No está mal recordarlas de vez en cuando. Consuelan. Eso sí: no disculpan, ni incitan a perdonar lo otro.

Jose Luis Piquero
Jose Luis Piquero dice:
24/12/2009 20:59

Gracias, Manuel, Santi.
Olga, es verdad, a esto hemos llegado: a disculparnos por mencionar la bondad, como si fuera algo vergonzoso. Se identifica al bueno con el tonto. Qué mal.
Por cierto, tu caso no es equiparable al mío. Entiendo que si andabas buscando la ropa se desvivieran por echarte una mano. Es bromaaa...
Amaranta: el mundo se divide entre los que agradecen con un gesto cuando paras en un paso de cebra y los que cruzan sin decir nada. Y un tercer caso que es el tuyo :-)
José Manuel: ¿Quién es el león? Y sí: estas cosas no disculpan lo otro pero compensan.
Abrazos a todos.

Adolfo Gonzalez
Adolfo Gonzalez dice:
24/12/2009 23:31

Yo soy de los que no pasarían de todo, aunque lo más probable es que no os pudiese dejar 50 euros, ni 30. Hay motivos para la esperanza: siempre te encuentras gente por ahí de la que fiarte. Ayer, en la estación de autobuses de Madrid, a mí me pasó algo así de bonito con una chica que viajaba a Valladolid. Aunque, bueno, si andas un poco atento, te habrás dado cuenta de que yo soy muy mala persona y de que ando insultando a la gente: eso dicen, en Internet, cuatro gatos que no saben hilvanar frases pero que quieren impartir clases de cómo hacer eso. Pero, en fin, yo no tendría problema porque me quieran pintar como el león más fiero. Me hace mucha gracia el papel, pues siempre fui bueno, hasta que al conocer a los escritorcillos de tercera fila me pusieron de malo. Le comenté a mi padre y a mi madre ahora, en la cena, que al parecer me han denunciado y se descojonan. Palabras textuales de mi padre: tú eres tonto, pasa de esa y que ponga la denuncia que le salga de la rata, que la policía también pasa de todo.

En fin, José Luis, mucha salud y energía para todo el año.