Cuando Lish inventó a Carver
Ha tardado unos cuantos años en llegar a los lectores españoles la versión original, Principiantes, de los relatos de Raymond Carver publicados en nuestro idioma en 1987 bajo el título de ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Sin embargo, la polémica que ha rodeado a este libro en Estados Unidos y otros países ya había llegado a nosotros hace tiempo. Principiantes es, pues, una buena ocasión para que todos leamos, releamos y juzguemos por nosotros mismos.
Resumamos la cuestión. Carver publicó ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? en 1981 pero el manuscrito pasó antes por las manos de su editor, Gordon Lish, que sometió los diecisiete relatos a una drástica poda, reescribiendo párrafos enteros y cambiando casi todos los finales, además de los títulos. Si el consejo que recibiera Carver de su mentor John Gardner fue que no dijera en 25 palabras lo que podía decir con 15, el criterio de Lish fue que no hay que usar 15 pudiendo usar sólo 5. En consecuencia, Lish suprimió aproximadamente el 50 por ciento del texto (en algún relato, hasta el 78 por ciento) y aplicó la lima al material restante. El resultado: ese estilo tan característico de la obra de Carver, cortante, frío, seco, minimalista, en el que nada parece faltar ni sobrar.
Principiantes recoge los mismos cuentos pero tal como Carver los había escrito antes de que Lish sacase la tijera (en las ediciones españolas de Anagrama, ambas en excelente traducción de Jesús Zulaika, Principiantes consta de 318 páginas frente a las 160 de ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?). El texto base es el manuscrito original conservado en la Unversidad de Indiana y la restauración, según los editores, es completa. ¿Y qué nos encontramos? Lamento decirlo, algunas decepciones. Para empezar, el estilo de Carver no es ni mucho menos tan cortante y tan seco: incluso resulta, en algunos momentos, casi prolijo. Y sus historias originales no poseen la gelidez y la desesperanza a la que estamos acostumbrados sino una mayor carga emotiva y sentimental. Sigue siendo un gran escritor pero quizá no un escritor inmenso. Le sobran palabras, y no es un chiste.
Un buen ejemplo es "Diles a las mujeres que nos vamos" (reducido en un 55 por ciento), una dura historia de dos padres de familia corrientes que, casi por casualidad, acaban asesinando a dos chicas. En la versión de Lish, el final es demoledor: "Todo empezó y acabó con una piedra. Jerry utilizó la misma piedra con las dos chicas: primero con la que se llamaba Sharon y luego con la que se suponía que le tocaría a Bill". La frase es enteramente de Lish y sustituye a las cerca de ocho páginas más que Carver dedica a contar el mismo desenlace: hay una larga persecución, la violación de una de las muchachas (la única que es asesinada), más diálogos y una conclusión en la que Jerry se abraza llorando a Bill. Y ninguna aportación.
Igualmente significativo, en otro sentido, resulta "¿Por qué no bailáis?". Lish apenas ha recortado el 9 por ciento del texto, prácticamente una palabra aquí y otra allá. Y no obstante, el relato ha cambiado por completo. El cuento "de Lish" es una historia cruda, deprimente; el de Carver, una triste pero muy tierna.
Da la impresión de que Carver nunca sabe cuándo detenerse y Lish, en cambio, lo ve enseguida. En "Después de los tejanos" (titulado en Principiantes "Si ello te place"), el relato se extiende otras siete páginas para relatar cómo el protagonista abandonó hace años la bebida, rompiendo el clímax de una historia que ya parecía perfecta cuando la leímos por primera vez. Básicamente, Carver se recrea en las digresiones, en las anécdotas paralelas al nudo central de cada relato, y, cómo no podía ser menos, a veces las "estropea". Raramente la versión de Carver se nos antoja más redonda que la de Lish ("Belvedere" sería un ejemplo). Lo normal es que suceda al contrario.
Sé que no todos los lectores estarán de acuerdo conmigo. Philip Roth ha declarado calurosamente preferir los cuentos originales y ha deplorado la poda de Lish. Quizá el problema resida en la comparación. "Bolsas" (Lish) y "Algo sencillo y bueno" (Carver), con una diferencia de texto del 78 por ciento, son dos obras con el mismo argumento pero totalmente diferentes. Y cada una tiene un encanto muy distinto y produce emociones dispares.
En el mundo anglosajón, existe la figura del editor, que difiere de la del editor español. Aquel es un experto lector que corrije los manuscritos, en colaboración con sus autores, introduciendo a veces mejoras significativas. No cabe duda de que Lish era un editor excepcional, además de un gran escritor él mismo: desde la intervención artesanal de Ezra Pound en La tierra baldía de Eliot no se conocía un caso igual a este. El famoso estilo "carveriano" no era de Carver, después de todo. O no enteramente.
JLP
(Reseña publicada en el número 89 de la revista "Clarín").
¡Estoy de acuerdo con el autor de la reseña! se le está dando mucho importancia a esta nueva "edición sin editor", sin pararse a comparar, creo yo. Estamos acostumbrados a la idea de que el editor sólo siga pautas comerciales y carezca de cualquier criterio literario, pero un buen editor puede "obligar" a un escritor perezoso a sacar lo mejor de sí mismo. Yo no me atrevería a afirmar que algunas de las frases son de Lish, pero seguro que Lish empujó a Carver hacia la casi perfección de sus relatos. "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?" me pareció un libro interesante en su día, "Principiantes" lo quise leer por la curiosidad de comparar... y lo dejé enseguida, lamento decirlo, pero me pareció un libro carente de garra y muy inferior al antecesor que ahora tanto critican (claro que no tuve la paciencia de acabarlo...).
¡Un saludo!