Casa desolada

Me gusta Platoon por muchas cosas. Entre ellas (y sin entrar en detalles sobre esta terrible y maravillosa película), me encanta que los más drogadictos son los únicos que tienen ética y humanidad. Igual que me gustaba que en Mamá cumple cien años la abuela salvase a la más salida y despendolada mientras condenaba a los puritanos, y no por ser lo uno o lo otro, sino por ser justos y leales o injustos y desleales. Me gusta que la terca realidad desmienta a los poseedores de fórmulas y secretos.

Cernuda hablaba de aquellos que "por pública opinión ordenan su conciencia". Líbranos, Señor, del matrimonio de toda la vida, de los devotos, de los directores generales, de los poetas sensatos, del presidente del gobierno y del líder de la oposición, de los arzobispos y de los concejales de la derecha orgullosa y los de la auténtica izquierda, de los paraísos socialistas, de los banqueros, de los banqueros, de los banqueros, de los abstemios y de los borrachos de mal vino, de los enemigos de la felicidad y de los tontos y ñoños de la felicidad, y de los que cambiarían una causa justa por un muerto (entonces, ya no justa). Y de mí.

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Cansancio. Hartazgo. Desesperación. Llevo cuatro años sufriendo un acoso que ya hubiera acabado con alguien menos sólido. Pero soy de piedra dura. Sólo temo que un día rompa ese duro mármol, antes de que me hagan justicia. Si yo rompo, conociéndome, me tendrían que encerrar dos años, nada de tómate estas pastillitas. Sería un crack absoluto, un colapso total del sistema. Cuando un fuerte se rompe, estalla y son ruinas duraderas.

Pero eso no va a ocurrir.

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Entrego un trabajo que me ha tenido absorto durante meses. Me tomo dos días de vacaciones, mis primeras vacaciones desde yo qué sé cuándo. Me levanto, desayuno al sol y me pongo a ver películas, me pongo a leer sin tasar el tiempo. Y escribo. Hoy he terminado un poema. Un poema que empecé hace tres meses y lo dejé y ahora lo he escrito. Me he dado cuenta de que el poema llevaba esos tres meses agazapado en mi cabeza, hiriéndome, como un tumor. Dos amigos, EF y RSP, han estado todo este tiempo enviándome compulsivamente sus poemas. Yo me he guardado el mío y he leído los suyos. Comprendo perfectamente lo que están haciendo. Hablamos el mismo lenguaje, que es el de los poemas que acosan y perturban y a los que debe darse curso. Cuando se escribe así, uno tiene que ser consciente de que te estás jugando todo. O si no, no escribas.

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-¿Te está gustando el libro?

-No me parece tan duro. Alguien que se suicida. Ahora descansa.

-Aún no lo has entendido. Lo peor no es para los que se suicidan sino para los que sobreviven.