Usted está aquí: Inicio / José Luis Piquero / Blog / Alberti, Díaz de Castro y los negros

Alberti, Díaz de Castro y los negros

En los actos culturales he visto de todo. Menos gente. Pero hoy he visto algo que no había visto nunca.

Hoy, en Huelva, estaba anunciada una conferencia del poeta Francisco Díaz de Castro sobre Rafael Alberti. No conocía a Díaz de Castro pero no he olvidado la reseña tan estupenda que escribió sobre "Autopsia" en El Cultural de El Mundo hace dos años, cuando apareció el libro. Y además soy un albertiano imperfecto, como diría Mendiluce. Así que me pareció razonable vencer mi irresistible aversión por Huelva y acercarme hasta allí para oir a un poeta hablar de otro poeta.

Aparcar en Huelva siempre es problemático, a pesar de que existen ciertas calles llenas de yonquis aparcadores que te indican dónde hay una plaza. Di unas cuantas vueltas por la ciudad y al fin logré dejar el coche. Iba tarde.

Entro en la sala un poco avergonzado, como ocurre cuanda llegas tarde y el acto ha empezado ya, y lo primero que veo en un rápido vistazo, fugazmente, mientras busco un sitio fácil, tratando de no interrumpir... es que la sala está casi llena y ¡son todos negros!

Recapitulemos: me siento tratando de no llamar la atención (insisto: qué poca cosa nos sentimos llegando tarde a un acto empezado) y, una vez en mi plaza inexpugnable, echo un vistazo discreto a la sala. Efectivamente: hay como unos cuatro españoles y el resto, hasta veinte o veinticinco, son negros. Los típicos negros que te venden discos en la calle pero sin bolsas de discos. Están todos sentados tranquilamente, como pajaritos en un cable de alta tensión, atentos como si les fuera la vida en ello.

En la mesa, Francisco Díaz de Castro habla con pasión e inteligencia de Alberti y su obra del exilio americano. El presentador, Paco Silvera, asiente y permanece. Yo no puedo evitar, de vez en cuando, lanzar una mirada furtiva a los muchos negros. La imaginación vuela y ya uno concibe un discurso hablando de los inmigrantes que ansían cultura y poesía. Discurso prontamente olvidado. Escenas kistch, las justas.

Un par de veces, en mitad de la conferencia, entra algún negro más. No hace una entrada vergonzosa como yo: saluda al conferenciante en voz alta -"Buenas noches"- y toma su asiento con una naturalidad que yo quisiera para mí. El acto dura una hora y ellos no se mueven. Ni se les oye.

Termina la conferencia. Salva de aplausos. A los negros les ha gustao. Y al resto también.

Más tarde, Paco Silvera nos desvelará el misterio:

-Tengo una amiga que da clases de español para inmigrantes y parece ser que siempre están deseosos de ir a charlas donde se hable español, una cosa distinta de lo que oyen en el trabajo. Y, como hoy presentaba yo este acto, a mi amiga se le ocurrió decirles que asistieran.

Todo se entiende. O no.

Estos hombres viven en España malamente, trabajan como burros, algunos seguramente no tienen sus papeles en regla. A esas horas podían estar aprendiendo español en cualquier bar. Y, vale, no quiero embellecer nada: probablemente no han entendido gran cosa de lo que se ha dicho ni saben quién es Rafael Alberti ni les interesa. Pero pocas veces en mi vida he visto un público tan educado, tan atento, tan respetuoso.

Se me ocurrió una cosa: los emigrantes han venido para hacer los trabajos que los prósperos e infatuados españolitos, henchidos de orgullo de nueva clase media, olvidadizos de que nuestros padres y abuelos pasaban hambre y tenían que emigrar a México y a Suiza, no queremos hacer. Ahora, muy pronto, ocuparán también los sitios libres que les dejamos en el ámbito de la cultura, de la empresa, de la educación... Y los ocuparán de forma natural porque nosotros no los ocupamos. Había cuatro españoles contados en el acto. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que la escena de hoy, tan extraña, sea cotidiana? Lo queramos o no (y yo, particularmente, lo quiero) los inmigrantes irán haciéndose con espacios en nuestra sociedad: primero, los espacios que nosotros despreciamos; después, todos los demás. Hasta que seamos un país mestizo, más rico, más bueno, más plural, menos cateto. Y quizá entonces apreciaremos lo que tenemos.

Ojalá que lo de hoy signifique algo. Y si no significa nada, a mí me da igual. Fue sencillamente reconfortante, precioso: una hermosa ilusión de un mundo menos hostil. No estamos para que nos sobren ilusiones.

archivado en:
PACO HUELVA CALA
PACO HUELVA CALA dice:
13/12/2007 11:50

Estupendo Post, José Luis. Además da para reflexiones diversas y profundas.
MIS SALUDOS

Paco Diaz de Castro
Paco Diaz de Castro dice:
18/02/2008 23:05

Hola, José Luis. Estupenda crónica de aquella curiosa y estimulante charla. Para mí fue algo insólito encontrarme tal auditorio, hasta el punto de que cambié la mayor parte de lo que llevaba preparado sobre la poesía del exilio de Rafael Alberti y me puse a improvisar pensando en las condiciones de vida de estos amables visitantes, que de seguro tenían que andar buscándose la vida de mil maneras.
También me encantó conocerte personalmente en el sitio y la situación menos esperable. La literatura imita la vida.
Un abrazo.