LA CONTRACULTURA DE HOY
"Aparte de la cuestión de si una política de la pura conciencia debe llamarse política en vez de brujería o cualquier otra forma de magia, tenemos que señalar otros dos puntos dudosos. Primero, la contracultura no rechaza los valores tecnológicos in toto; segundo, el rechazo de un cierto tipo de ciencia siempre ha estado presente en el mismo centro de nuestra civilización.
La contracultura no se opone a utilizar los productos tecnológicos de la investigación científica «objetiva». Teléfonos, estaciones FM, equipos estereofónicos, vuelos en reactores a precios económicos, píldoras de estrógenos para el control de la natalidad, alucinógenos y antídotos químicos son esenciales para la buena vida de la Conciencia III.
Es más, la dependencia de la música de alta fidelidad con muchos decibelios ha creado el máximo grado de subordinación de un lenguaje popular a la tecnología en la historia de las artes interpretativas. Por lo tanto, la contracultura acepta, al menos tácitamente, la existencia de especialistas en las ciencias físicas y biológicas cuya tarea es diseñar y mantener la infraestructura tecnológica del estilo de vida".
Estos párrafos son del capítulo "El retorno de las brujas" del imprescindible -supongo que aún, que no soy antropólogo y puedo no estar al día- "Vacas, cerdos, guerras y brujas" de Marvin Harris, padre del materialismo antropológico. Lo escribió en 1974 y se refiere, en esas líneas y el capítulo entero, al movimiento contracultural llamado Conciencia III surgido en USA en los años 60, más o menos coincidente con lo de la Europa del mayo del 68.
Al releerlo estos días me ha parecido que, con ligeros matices, es perfectamente aplicable a los movimientos alternativos que hoy se oponen a algunas tecnologías (no al móvil ni al ordenata aunque lleven coltan/tantalita, ni al MP3, etc., que Harris no cita porque no existían aún) porque, siendo un movimiento de jóvenes de clases acomodadas, como ocurrió en otros similares y está ocurriendo hoy, al final quedará en nada en cuanto a revoluciones o cambios sociales profundos y duraderos. ¿Dónde están los hippies, beat, new age o los líderes ecologistas de entonces y algunos de ahora, sino en curros normales, parlamentos nacionales o europeo, o en movimientos de consumo pijo/caro -no decrecimiento aunque así lo proclamen-, como el slowfood y similares? En el epílogo hace Harris una descripción casi profética del destino de dichos movimientos.
Raro es el día que no me llega alguna invitación a participar en cosas que van a solucionar el hambre, proscribiendo el comercio y otras clases de males, volviendo a prácticas del pasado, pero siempre me llegan a través del coltan del ordenata y no por palomas mensajeras o señales de humo.
Al ver el título del capítulo recordé ipso facto el de un blog que sigo de divulgación científica y contra las pseudociencias, titulado "El retorno de los charlatanes".
Amén. Aparte de eso, a mí que no soy a natura de izquierdas, esta contracultura tiene el efecto de apartarme más aún de la actual izquierda.
Tengo un profundo respeto por los teóricos ochocentistas de la izquierda, por Karl Marx trabajando exhaustivamente por comprobar una hipótesis, por Engels, por Rosa Luxemburg, por Lenin, por todos los que sentían que una tarea tan inmensa como cambiar el mundo requería un estudio serio y responsable. En los años sesenta, incluso, el pensador izquierdista era sobre todo un pensador, y el estilo personal era grave, austero. En España, donde no tuvimos pensadores, tuvimos poetas tan profunda, humanamente conmovedores como Miguel Hernández o Blas de Otero.
La inflexión fue aguda, en 1968. Aún vivimos bajo la retórica pedante y hedonista de los hijos de papá de París, o bajo la política sexual de los movimientos de San Francisco. Sinceramente, puedo dar testimonio personal de que este segundo factor nos abrió una libertad antes inexistente. Pero el primero es el principal para explicar la falta de cualquier verdadero liderazgo en la izquierda actual. Falta estudio profundo, empatía, arraigo social, y sobra retórica verbal-conservadurismo práctico. Hasta que no nos libremos de la retórica/demagogia/clasemedismo/hedonismo no volveremos a plantearnos en serio las cuestiones sociales de estos dos mil.